Una de las funciones tradicionales de la Universidad es formar profesionales en ámbitos específicos de actividad de interés social y que requieren un nivel elevado de formación. Las universidades responden a esta demanda organizando sus contenidos académicos (disciplinas o materias) en función de las necesidades de formación que requieren los diferentes perfiles profesionales.
Este esquema no plantea especiales dificultades cuando se puede establecer una correspondencia prácticamente univoca entre la estructura disciplinar y la estructura de las profesiones. Pero esto solo ocurre cuando nos limitamos a contemplar exclusivamente el conjunto de las profesiones propias de la actividad académica. Si el objetivo es formar profesores universitarios de la disciplina X, parece lógico esperar que en el proceso de enseñanza / aprendizaje lo único relevante sea enseñar y aprender los contenidos de la disciplina en cuestión. Llevado a su extremo más absurdo este modelo podría representarse por la ecuación:
D = T = C = P |
Donde, cada Disciplina da lugar idealmente a un Título académico que se imparte en un Centro universitario y define una Profesión. La disciplina Filosofía conduce al título de Grado en Filosofía, que se imparte en la Facultad de Filosofía y define la profesión de Profesor de Filosofía. O la Medicina es la base disciplinar del título de Grado en Medicina que se imparte en la Facultad de Medicina y habilita para ejercer la Profesión de Médico.
Si alguna vez existió esa armonía entre estructura disciplinar y estructura profesional, hace tiempo que tal armonía ha desaparecido. En la actualidad la situación es muy diferente.
a) Desde el punto de vista disciplinar, el conocimiento crece a velocidades vertiginosas, las fronteras disciplinares son volátiles, se derrumban y se levantan continuamente, lainterdisciplinariedad es la nota dominante en todos los campos científicos y el acceso a los contenidos disciplinares e incluso a su modificación y creación no es ya un privilegio de los miembros de una comunidad más o menos cerrada, como la comunidad académica de especialistas en una disciplina, sino que está abierto a todo el mundo a través de redes de comunicación globales. En términos de los ejemplos anteriores: no existe la disciplina Filosofía, sino un conjunto de materias y enfoques filosóficos insertados en múltiples disciplinas de las ciencias humanas, sociales y naturales. El título de Filosofía puede ser sustituido por uno más genérico de estudios de Humanidades, o mezclado con otros como “Física y Filosofía”, “Historia y Filosofía” que se imparten, junto con otros de Literatura, Historia, etc. en Facultades de Artes y Humanidades o de ciencias, en su caso, y dan lugar a múltiples perfiles profesionales, relacionados con la actividad académica (profesores de Bachillerato) y las actividades culturales (museos, editoriales, etc.)
b) En cuanto a los perfiles profesionales, se han producido igualmente muchos cambios. En primer lugar se ha producido una eclosión de profesiones que requieren un nivel superior de formación, abarcando todas las ramas de actividad económica, social y cultural. En segundo lugar, los perfiles fijos y rígidos tienden a ser sustituidos por perfiles más abiertos, en los que las capacidades para adaptarse a nuevas situaciones son más importantes que las capacidades para dar respuesta a demandas y situaciones ya conocidas. También están despareciendo las fronteras geográficas en el ejercicio de las competencias profesionales. Y por último se han diversificado las instituciones y los procedimientos para la formación de estos profesionales: las universidades compiten con centros de formación especializada y con programas de formación permanente realizados en el seno de las propias empresas. ¿Cuántas profesiones de ingeniero existen y deben existir en España, en Europa, en el mundo…? ¿Qué estatus académico debemos asignar a los programas MBA de instituciones especializadas? ¿Y a la formación de las academias militares?
La situación no se puede representar ya como una correspondencia casi unívoca entre disciplinas, títulos, instituciones y profesiones, sino más bien como un pool difuso de recursos y competencias que pueden interconectarse de múltiples formas. La cuestión es detectar cuáles son las ventajas institucionales que ofrecen las Universidades y cómo éstas pueden aprovechar esas ventajas para dar una respuesta adecuada y competitiva ante la nueva situación.
Hay tres enfoques posibles para explorar respuestas institucionales ante estos nuevos retos, según los rasgos que queramos enfatizar como característicos de las instituciones universitarias (modelo colegial, administrativo o empresarial).