A principios de enero me concedieron la beca de prácticas de comunicación en el Servicio Jesuita a Migrantes y a partir de ahí, comenzó mi andadura en su oficina técnica en Madrid.
Una de las oportunidades que se me brindaron fue conocer el barrio de La Ventilla, donde está situada la oficina. Pese a estar colindando con Plaza Castilla, caracterizada por su aura empresarial y su bullicioso tránsito de personas y vehículos, el barrio es capaz de conservar su particularidad y su encanto. Esta percepción es complicada expresarla con palabras pero creo que el pilar básico para ello es su diversidad cultural y étnica, un ejemplo (más) de que una convivencia de respeto es posible fácilmente.
El principal reto al llegar a la Casa San Ignacio fue conocer todas las labores que desarrollan allí las diferentes entidades que conforman el equipo. Una amplia amalgama de actividades que fomentan que la Casa tenga una vida muy activa. Asimismo, también estaba el reto de conocer la amplia red de entidades que se establecen a lo largo y ancho de la geografía española.
Una vez sorteado el primer desafío, comenzó otro mucho más grande: adentrarme en el ámbito de la comunicación. Mi formación y mi trayectoria profesional me habían hecho meterme de lleno en el mundo de la investigación social y la comunicación apenas había hecho acto de presencia en mi periplo. Más enfocado hacia la producción de contenido para la academia y personas con perfiles muy específicos, nunca había me había puesto a desentrañar cuáles eran las claves o los entresijos de transmitir dicho contenido hacia un grueso de población mucho más amplio; no sólo es el qué dices, es mucho más importante cómo lo dices. Quizá fuera porque nunca había precisado con anterioridad el tener la capacidad de atraer la atención de un público más diverso o porque en lo respectivo a la investigación, los diferentes formatos de presentación de la información permiten un mayor espacio donde poner de relieve y argumentar las diferentes hipótesis y las conclusiones a las que se llegan. En comunicación la capacidad de síntesis es un elemento básico, hay que tratar de conseguir presentar una información como atractiva en unos caracteres limitados (tanto en redes sociales como en notas de prensa, por ejemplo). Se podría establecer cierto paralelismo, salvando las distancias, con el cuento de “Las mil y una noches”: generar en aquella persona que lee el mensaje que propones, que sienta la curiosidad de tener más información sobre lo que estás comunicando, que le cuentes más.
Obviamente es una ardua tarea y para mí, un cambio significativo respecto a lo que estaba acostumbrado a hacer. No obstante, considero que este reto es una oportunidad de evolucionar, de mejorar en aquellas dimensiones que por diversas circunstancias no he podido progresar anteriormente porque lo que se requería de mi trabajo eran otros aspectos. Aunque he de reconocer que la transición a veces es un poco compleja, principalmente en cuanto a ser capaz de condensar una gran información; porque aparece en estos casos siempre el debate interno sobre si no estaré simplificando demasiado para hacerla más accesible.
Sin embargo, creo que ese es el gran desafío de la comunicación a día de hoy y empezar a conocer cómo funciona por dentro me ha hecho ser realmente consciente de su importancia en la actualidad. Es evidente que el ámbito de producción de información académica que es la investigación está cada vez más alejada de la inmensa mayoría de la población. Es muy complicado llegar a un público que sea ajeno a la problemática tratada y en un momento histórico-social en el que las formas de consumo tienden cada vez más hacia la rapidez y la inmediatez, el modelo de presentación de información ha quedado obsoleto. Pocas personas externas leen artículos académicos, informes, etc. Sin embargo, no nos queda duda alguna de que la investigación es sumamente necesaria e importante para abordar y analizar diferentes problemáticas para poder conocerlas y así poder plantear soluciones a medio y largo plazo. Es en esa paradoja donde surge la importancia de la comunicación. En establecer un nexo entre dos mundos que hoy en día parecen estar en las antípodas uno de otro. Esta unión es clave para que ambos no se contemplen como dos entes extraños que son incompatibles.
Para el SJM no es una excepción, y al igual que el resto de entidades, la comunicación se plantea como un elemento fundamental para dar a conocer la labor que desarrollan y a su vez el conocimiento que les proporciona estar inmersos en las diferentes realidades sobre las que actúan. Si se perdiera esa capacidad de comunicar al resto de personas sobre lo qué se está haciendo y de qué manera, se fomentaría una desconexión que supondría que la sociedad civil perdiera la identificación con las labores que se están realizando por la defensa de los derechos humanos, por crear sociedades más inclusivas donde todas las personas puedan tener oportunidades de vida. Personalmente, es el reto que supone para mí la comunicación y la labor que estoy tratando de desempeñar, tratar de tender puentes para que cada vez un mayor público sea consciente de otras realidades por las que se ha de luchar para cambiarlas.