«Los inmigrantes bajan la calidad de la enseñanza: mitos y realidades.» Por Mercedes Fernández.

En España, a 1 de enero de 2018, había un total de 724.972 extranjeros menores de 17 años empadronados, lo cual supone un 10% del total de la población residente en el país de esa misma franja etaria.


Como remarca Antonia Olmos en 2012, “los “problemas de los inmigrantes” en la escuela en realidad son los “problemas de la escuela” con o sin “inmigrantes””.

En el curso 2017-2018 el número de extranjeros matriculados en enseñanzas no universitarias ascendió a 748.429 individuos, un 8,8% del total de los alumnos matriculados. El 79% del alumnado extranjero de enseñanzas de Régimen General no universitarias está escolarizado en centros públicos y el resto en enseñanza concertada o privada. La Comunidad catalana tiene la mayor concentración de alumnado extranjero: 13 de cada 100 alumnos son de nacionalidad no española.

España es un país en el que los resultados académicos están tradicionalmente por debajo de la media europea, siendo además los alumnos inmigrantes quienes se encuentran en las zonas más bajas de la puntuación. Así, por ejemplo, el informe Inmigración y resultados educativos en España (2009) señala unas tasas de abandono (entre los 17 y los 21 años), del 49% en hombres y el 38% en mujeres para aquellos que llegaron a España antes de cumplir los 17 años. Estas tasas se disparan al 78% si la llegada se produjo tras cumplir los 17 años. Por otra parte, mientras que el porcentaje de universitarios en España se encuentra alrededor del 24%, en el caso de los inmigrantes esta cae al 11%.

Por su parte, el informe PISA (2018) subraya de nuevo las diferencias en el logro de resultados académicos entre nativos y población de origen inmigrante. En España, el porcentaje de alumnos de origen inmigrantes (de 15-16 años de edad) representa el 18% del total (el 11% son no nacidos en España), un porcentaje algo inferior al promedio de la UE. Si la puntuación media en España está alrededor de los 498 puntos para los nativos, los inmigrantes se encuentran 42 puntos más abajo.

Según diferentes autores, dos son los factores de rechazo/aceptación percibidos por la población inmigrante en los centros escolares: En primer lugar, los prejuicios raciales (tanto por parte de autóctonos como por parte de inmigrantes), que fomentan el trato discriminatorio y el aislamiento mutuo. En segunda instancia, la pobreza, como factor de discriminación genérico, independientemente del origen nacional o étnico.

De ahí la conexión discursiva entre el descenso del rendimiento escolar y la calidad educativa con la concentración de alumnado inmigrante. Aunque en la realidad, aquella parte del alumnado inmigrante que presenta características que resultan problemáticas para el sistema educativo, comparte estas mismas peculiaridades con los alumnos nativos del mismo estrato. Esto es, el problema radica en la concentración de alumnos de un determinado perfil socioeconómico y educativo más que en el perfil étnico-cultural.

De hecho, como remarca Antonia Olmos en 2012, “los “problemas de los inmigrantes” en la escuela en realidad son los “problemas de la escuela” con o sin “inmigrantes””. La falta de recursos -económicos y humanos y la baja calidad de la educación en aquellos centros más desfavorecidos, existían anteriormente a la llegada de inmigrantes. Esto es, el deterioro de la calidad y los problemas de convivencia achacados a la presencia de estos nuevos estudiantes son más un temor que una realidad.

Mercedes Fernández es investigadora en el Instituto de Migraciones donde coordina el proyecto IMMERSE, financiado por el programa H2020 de la Comisión Europea, sobre el desarrollo de indicadores de integración de niños refugiados e inmigrantes.

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