La pandemia de la COVID-19 se está manifestando como un hecho singular, excepcional y totalizante. Aunque no es la primera ni será la última pandemia, la COVID-19 es un fenómeno sanitario, político y económico singular. Pueden ser comparables los datos epidemiológicos y las tasas de mortalidad con otras pandemias, pero la conjunción de hiperglobalización, intensa digitalización del mundo e impacto económico global la convierten en un fenómeno singular. Por otro lado, para hacer frente a la pandemia se han tomado medidas poco habituales, que nos han hecho vivir en un auténtico tiempo de excepción. Medidas políticas controvertidas, bajo el discutido estado de alarma, que han supuesto limitaciones amplísimas a la libertad. Para controlar la pandemia hemos aceptado, y en cierta medida reclamado, un estado de excepción democrática en muchos ámbitos de nuestra vida. Por último, la pandemia se ha presentado como un hecho social total, en el sentido de Mauss, porque ha afectado a todas las dimensiones de nuestro existir. La pandemia es un fenómeno social disruptivo que impacta más allá del ámbito sanitario para transformar la economía, las relaciones laborales, la forma de comunicarnos, las instituciones de gobierno, las cosmovisiones morales, las creencias y prácticas religiosas, el sentido de nuestro ocio, etc.