La soledad del siglo XXI

Ver documento – Informe España 2020 Parte Segunda

Fernando Vidal y Amaia Halty

El confinamiento de la mitad de la humanidad es un hecho sin precedentes en la historia de la humanidad y sus consecuencias son en gran parte impredecibles. Una de las grandes preocupaciones que la pandemia COVID-19 ha generalizado en la conciencia colectiva de todo el planeta es la soledad.

La pandemia es un vórtice que ha hecho girar alrededor de él todas las capacidades y contradicciones de nuestra época, una disrupción con la potencia para marcar una solución de discontinuidad en el flujo de la historia. Nuestra Modernidad vivía una última etapa en la que se había desplazado hasta el límite su eje. En los fenómenos centrales del sistema social ha aparecido una incertidumbre sobre la cuestión del ser, que ha ido comprometiendo la sostenibilidad de las propias estructuras. La soledad no deseada ha sido una de esas contradicciones: en una sociedad de alta densidad social, hiperconectada y con una incesante actividad social, hay un fenómeno de aislamiento que hace sufrir a un porcentaje creciente de nuestras sociedades.

Paradójicamente, junto con el agudizamiento de la soledad, otra de esas claves profundas que ha movido es la conciencia de que la humanidad forma una única comunidad ligada por relaciones mucho más inmediatas e interdependientes de lo que ya la globalización nos había hecho saber. Los seres humanos tienen más ligazones y más próximas que nunca, a la vez que padecen una epidemia de soledad. La extensión del fenómeno no es bien conocida, pero tiene ya dimensiones alarmantes en el mundo anglosajón y en el Sur de Europa la sentimos como un profundo problema.

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