La larga crisis existencial de la Unión Europea

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Agustín José Menéndez

La Unión Europea y sus Estados miembros están atravesando un largo ciclo de crisis. Las convulsiones financiera, económica y fiscal (2007-2015) pusieron de relieve las graves debilidades estructurales de la eurozona. Los flujos masivos de emigrantes forzosos de 2015-2016 sometieron a prueba el fundamento normativo de la Unión y de sus Estados miembros. Lenta pero inexorablemente, el tejido político europeo se ha ido resintiendo. La adhesión a los principios democráticos de los países de la Unión ya no puede darse por descontada, a la luz de la involución en marcha en varios Estados miembros, y no en menor medida en Hungría y en Polonia. Al mismo tiempo, la Unión ha perdido su estabilidad territorial tras la retirada del Reino Unido. Y mientras todas las crisis anteriores han sido pospuestas pero no resueltas, la pandemia del coronavirus no solo está generando problemas sanitarios sin precedentes en Europa en el último siglo, sino que ha desencadenado una caída fortísima de la actividad económica, que amenaza con agravar decisivamente las dificultades del Viejo Continente.

Es por ello que desde el título de este trabajo se sostiene que este largo ciclo de cambios profundos ha abierto una crisis existencial de la Unión Europea. Esto es así porque la fuerza de los eventos ha hecho visibles las muchas debilidades estructurales del proyecto de integración, hasta el punto de que resulta evidente que la supervivencia de la Unión está en juego. Pero también porque se ha desencadenado un profundísimo proceso de transformación económico, social, cultural, político y constitucional, más decisivo que las sucesivas rondas de reforma de los Tratados de la Unión Europea de estos últimos treinta años.

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