Hace dos años un fantasma recorrió los campus universtarios. Era el fantasma de Bolonia. Ahora es posible que el fantasma resucite, arropado por la oleada de protestas y reivindicaciones contra la política actual. Esta es la mala noticia. La buena es que, efectivamente, se trata de un fantasma, es decir de un espejismo.
Bolonia –se dice- es la privatización de la universidad. ¿Dónde está escrito? ¿Quién lo ha dicho? ¿Dónde ha sucedido? Desde 1998 se han ido celebrando reuniones, acuerdos, análisis y debates sobre el llamado proceso de Bolonia. Premio a quien encuentre en cualquier declaración o documento sobre este tema una sola mención a la necesidad de privatizar las universidades públicas europeas. Y premio también a quien pueda señalar un solo caso de privatización de la universidad impulsado por el proceso de Bolonia; pero sobre todo premio para quien sea capaz de explicar por qué los objetivos del proceso de Bolonia (homologación de planes de estudio, reconocimiento mutuo de títulos académicos, calidad, movilidad) habrían de ser más fácilmente alcanzables si se privatizaran las universidades.
Bolonia, se dice también, es la mercantilización de la Universidad. Este gruñido del fantasma tiene varias versiones. Una es que la reforma de los planes de estudio universitarios está “demasiado orientada” hacia la profesionalización, la preparación para la inserción laboral, las prácticas externas, etc. Bueno, hay para todos los gustos. Pero todas las encuestas coinciden en señalar que éstas son precisamente algunas de las características de un programa de estudios que más valoran los estudiantes y que más echaban en falta en la organización anterior de la enseñanza universitaria. Así que, más que ante una amenaza del fantasma de Bolonia, parecería que estamos aquí ante un clamor universal.
La otra variante del gruñido de la mercantilización se refiere a que Bolonia exige que los estudiantes paguen más dinero por su formación. No hay datos que avalen estos temores, si exceptuamos las políticas de elevación de precios de matrícula que ha iniciado el gobierno conservador en Reino Unido . En España lo que sabemos, por el momento, es que el gobierno ha aumentado el número de becas y su cuantía y ha introducido, en su concesión, criterios asociados al rendimiento académico que hacen que el sistema sea más justo para los estudiantes.
En fin, Bolonia es un fantasma y lo mejor, para que no resucite, es abrir las ventanas y que entre la luz del sol. Pueden ayudar a ello iniciativas como el debate que la Fundación Encuentro ha iniciado en su blog.