Ayuno…

https://pixabay.com

Ayuno
Mamen Valor, profesora

Ayuno de carne, ayuno de coche y de emisiones que calientan y destruyen mi casa, nuestra casa.
Ayuno de plásticos que ahogan la vida.
Ayuno de compras que son espejismo de felicidad.
Ayuno de buscar mi interés inmediato sacrificando el interés de todos.
Ayuno de creer que ya he hecho bastante y que lo hagan otros.
Ayuno de miradas de desdén y de rencor.
Ayuno de quítate tú para ponerme yo.
Ayuno de pensar que hay otros que no valen toda la sangre de Cristo.
No ayuno de mirar los árboles o los pájaros cuando camino, porque sé que esos árboles y esos pájaros son un reflejo de Ti.
No ayuno de buscar en lo creado Tus palabras de amor.
No ayuno de actuar cada día cuidando a todas tus criaturas.
No ayuno de dar gracias porque tengo tanto que me sobra.

La Ignatian Solidarity Network nos propone ayunar de desperdicios. Si quieres unirte a este reto durante la Cuaresma, date de alta en https://ignatiansolidarity.net/ignatian-carbon-challenge/lenten-food-waste-fast/ para recibir consejos sobre cómo vivir generando menos basuras y cómo rezar y defender este reto.

El ritmo adecuado

Leeds Libraries www.leodis.net

El ritmo adecuado
José Luis Becerra, profesor

Sing, sir? Do I sing? Oh, I’m indifferent enough, sir, for that; but the reason why the grave-digger made music must have been because there was none in his spade, sir. But the caulking mallet is full of it.

El carpintero del Pequod a Ahab, Moby Dick

Los calafates se encargaban de sellar las juntas de las tablas que formaban el casco de los barcos, cuando eran de madera.

Ayudados de un mazo y un hierro, introducían cáñamo en las junturas, con un golpeteo monótono. Para hacer el trabajo más soportable, al mazo, que se construía de la madera más dura de la que se disponía, se le abrían unas ranuras, que lo hacían más elástico, y lo dotaban de un sonido característico y más agradable.

Hasta el punto de que se decía que por el sonido del martilleo se podía reconocer al calafate en su tarea, que trataba de mejorarlo experimentando con distintos diseños de estriado. En la genial Moby Dick, el carpintero de ribera a bordo se jacta de que para su trabajo no necesita cantar, ya que su propia herramienta produce la música. Era un tiempo en el que los trabajos repetitivos se acompañaban de canciones para marcar el compás…

Hace unos años, poseído por el ímpetu del ecologismo entonces recién abrazado, decidí dejar de utilizar mi coche, y se lo regalé a un amigo. No fue fácil, porque me acababa de mudar a una casa bastante aislada, y la bicicleta se convirtió en mi mejor compañera. Alguna vez desde entonces me he planteado si debería reconsiderar mi opción, si realmente merecía la pena, si otras inversiones vitales no tendrían más impacto…

Posiblemente os haya llegado, como a mí, ese mensaje en el que se analizan las emisiones del viaje en velero de Greta desde América a Lisboa, comparadas con las que le hubieran correspondido si hubiera volado en avión comercial.

Tratando de armar una defensa para su elección (parecida a la mía), llegué a la conclusión de que lo importante no era tanto la reducción de emisiones, como la restricción al desplazamiento que suponía, por el tiempo invertido. En los 20 días que duró su travesía, podría haber asistido a muchos foros para defender sus ideas, en esos eficientes aviones, pero la suma de sus emisiones habría sido mayor… ¡Ni la Thunberg escapa de la paradoja de Jevons!

Así que de nuevo vuelvo a disipar mis dudas, al menos por un tiempo, seguro de que la bici me ayuda a encontrar el ritmo adecuado.

La belleza de la fermentación


La belleza de fermentar
Mario Castro, profesor

Fermentar es una de mis pasiones. No requiere habilidad, ni ser un cocinero de primera, ni siquiera una cocina perfectamente equipada. Sólo paciencia y confianza: las bacterias del ambiente harán su trabajo. Cualquiera que haya olvidado guardar un brick de leche una noche ha experimentado con la fermentación.

¿Qué tiene que ver esto con el medio ambiente se preguntará el lector? Hace unos días estaba preparando un pan de masa madre (receta: harina, agua y paciencia) y vi la conexión claramente. En occidente nos sentimos cocineros: medimos escrupulosamente los ingredientes, los mezclamos en el orden adecuado y controlamos el proceso con rigor científico (180º, no 170º ni 190º). Durante el proceso somos los jefes (¡chefs!) de la cocina y nosotros ponemos las reglas.

Creo que con este punto de vista afrontamos el cuidado del planeta. ¡Salvemos la Tierra! Como si fuese tan solo un bizcocho que se está quemando. La fermentación nos  proporciona otro punto de vista. Por ejemplo, verduras, tiempo y bacterias trabajan simbióticamente para producir chukrut. Nosotros comemos ese alimento y contribuimos a otro ecosistema de bacterias: nuestra microflora intestinal. Así ha sido durante millones de años. De este modo, los humanos, los animales, las bacterias, los vegetales o el agua que fluye por la Tierra (un nuevo «Nosotros» con mayúscula) nos beneficiamos simbióticaticamente.

Después de una década intentando despertar a los incrédulos y los burócratas sobre el cambio climático, quizá sea momento de adoptar un enfoque distinto. No se trata de «salvar» el planeta, sino de salvarnos a Nosotros (ese Nosotros global). Enseñemos a nuestros hijos que esa separación entre el hombre y la naturaleza no sólo es simplista sino que es incorrecta. Mientras tanto, disfrutemos de la belleza que nos rodea y de un buen pedazo de pan casero…

Incoherencias

Incoherencias
Esther Pompa, Servicio de Pastoral

¿Es posible ser absolutamente coherente en los comportamientos individuales ante la emergencia climática?

¿Cómo viajar, conocer los lugares más hermosos, visitar a familiares y amigos en cada rincón del planeta sabiendo que cada avión que despega, sobrevuela y aterriza acorta la vida de nuestro mundo?

¿Cómo conseguir, en estas fiestas navideñas, ofrecer regalos y sorpresas a tus seres más queridos e intentar hacerles felices y encontrar el equilibrio entre el detalle y el consumismo, entre el cariño y el despilfarro al que somos invitados?

¿Cuánto cuesta no dejarse llevar por el tsunami del “Black Friday” sin sentirte un extraterrestre, sin vivirte cuestionado por familia, amigos y conocidos e incluso criticado por “desaprovechar” las ventajas y súper descuentos al alcance de tu mano?

¿Cómo realizar tus compras habituales en comercio justo, en tiendas de barrio, en establecimientos sin plástico, en huertos ecológicos con presupuestos reducidos de familias sencillas y con tiempos limitadísimos para dedicar a las compras, a cocinar y al cuidado de la familia cuándo las tiendas on-line ofrecen precios reducidísimos y todas las facilidades de entrega a domicilio?

¿Cómo es posible vivir en este mundo, participar de la rutina diaria, sin caer en las trampas permanentes de la sociedad materialista que nos rodea?

Cada paso, por pequeño que sea, será importante. Sensibilicemos, motivemos, contagiemos a nuestro entorno, transmitamos la responsabilidad individual para no escondernos en la responsabilidad de empresas y gobiernos. Gestionemos, como podamos, nuestras propias incoherencias, sin bloquearnos, sin que supongan un obstáculo si no una forma de cuestionarnos permanentemente para seguir en el camino del cambio. ¡Es tiempo de actuar!

Necesitamos muchos José Marías


Necesitamos muchos José Marías
Carmen Valor, profesora

Hoy ha salido una noticia en prensa que me ha conmovido profundamente. José María tiró la basura. Al subir a casa se dio cuenta que había tirado la bolsa en el cubo inadecuado. Como le remordía la conciencia, aunque estaba lloviendo a cántaros, bajó a poner la bolsa en el cubo adecuado. Al hacerlo, le dio un infarto. Estoy segura de que ahora está con los buenos.

Esta historia no había trascendido si no hubiera muerto José María. Y lo que debería trascender es este heroísmo de las cosas pequeñas. Porque habría sido más fácil decir que total, que impacto iba a tener una bolsa de basura equivocada. Si además dicen que al final mezclan toda la basura. Que ya pago mis impuestos para que se ocupe el gobierno de esto, no yo. Pero José María no dijo nada de esto. Me imagino yo que dijo: si no arrimamos el hombro entre todos, esto [el colapso] no habrá quién lo pare. Que dónde vamos a ir a parar si todos hacemos de nuestra capa un sayo y ninguno se preocupa por la casa común.

Y bajó a poner la bolsa en el cubo adecuado.

Me da pena que se haya ido porque este mundo necesita a muchos como usted, D. José María.

Sentir conexión con la naturaleza

Sentir conexión con la naturaleza
Amparo Merino, profesora

Una vida más austera y menos dependiente de cosas materiales no ha de ser vivida necesariamente como un sacrificio, sino más bien como una liberación, como viajar más ligero de equipaje. Darme cuenta de que no hay distancia entre mí misma y otros seres (incluido ese pequeño brote que lucha por vivir en el cemento de la gran ciudad), que somos parte de la misma esencia, es el motor más eficaz para ese viaje.