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En este apartado diferentes expertos describen desde su punto de vista diversos temas que repercuten en la actualidad sobre los refugiados y migrantes forzosos.

Recibiendo refugiados en Sudamérica: los visados para sirios en Argentina y Brasil

Por: Leiza Brumat, becaria de Doctorado de la Universidad Argentina de la Empresa – Consejo Nacional de la Investigaciones Científicas y Técnicas

De los más de cuatro millones de refugiados sirios, sólo unos pocos miles se encuentran en Sudamérica. Sin embargo, en comparación con países mucho más cercanos geográficamente al conflicto, los dos países sudamericanos están recibiendo aún más refugiados.

Argentina es uno de los tres países que cuenta con el mayor “coeficiente de elegibilidad” (junto con Suecia y Canadá), por su alta tasa de aceptación de solicitudes. Desde 2010, ha recibido alrededor de 230 refugiados sirios. En Brasil hay 2097 (otorgó más de 8000 visados, pero muchas personas aún no se trasladaron al país), lo que lo convierte en el principal receptor de estos refugiados en América Latina.

Dicha receptividad es resultado de los programas especiales de visado implementados por estos países ante la crisis humanitaria en Siria, y son producto del desarrollo de políticas de inmigración y asilo en las últimas décadas.

Las migraciones tienen una gran importancia para la identidad e historia de Argentina y Brasil. Sus Constituciones Nacionales consagran la igualdad entre nacionales y extranjeros (con excepción de los derechos políticos). Los dos han ratificado y dado rango constitucional a casi todos los tratados de DDHH de Naciones Unidas.

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Khalil, la historia de un Refugiado.

París y Kobane

Por Cristina Manzanedo,  Servicio Jesuita a Migrantes.

Enero de 2015: Tropas kurdas liberan la ciudad siria de Kobane, en manos del ISIS.

Khalil tiene 34 años, está casado y tiene dos hijas de 4 y 2 años. Es refugiado kurdo y vivía en la ciudad de Kobane, al norte de Siria. Ayer nos encontramos en mi casa y tomamos un café juntos. Estaba muy abatido y conmocionado por los atentados de París y quería contarme que él conocía de primera mano la violencia de Daesh (nombre árabe de ISIS). “París y Kobane, somos uno”, “Estamos juntos en esta lucha, París y Kobane”, repetía.

Yo no le entendí muy bien pero era patente su deseo de explicarme que él también había experimentado la violencia de Daesh. En un momento dado, sacó su teléfono móvil y me pidió que mirase unas fotos, de una violencia difícil de describir. Eran fotos de Kobane, de sus vecinos, de su familia, muertos. En silencio, vimos juntos muchas fotos de civiles asesinados por las calles, en las casas, amontonados en cualquier sitio, la ciudad ardiendo. “Daesh …” decía mientras pasaba las imágenes …. Khalil es musulmán pero llama hipócritas a los musulmanes que matan mujeres, niños y civiles indiscriminadamente.

Khalil comenzó a llorar, un llanto callado, contenido. Lloramos juntos, abrazados, por las víctimas de París, por las víctimas de Kobane, por sus familias, por la brutalidad de la violencia.

Khalil está ahora solo en Madrid, la guerra ha separado a su familia, sus hermanos están en Alemania y Suecia, sus padres, su mujer y sus hijas en Turquía. Khalil y su familia aspiran a encontrar un sitio seguro donde poder rehacer su vida. No lo van a tener fácil. Él ha entrado a Europa por España y las normas de reparto europeas (el sistema Dublín) le obligan a permanecer a España. Pero él no quiere ni oír hablar de esta posibilidad. Entró por Melilla y ha sufrido mucho durante su estancia allí. Además, el deseo de reunirse con su familia se impone a las normas legales europeas.

Oyendo a Khalil me doy cuenta de nuestra ignorancia, de que apenas sabemos nada de esas otras víctimas que tratan de llegar a Europa buscando protección. Yo no sabía nada de Kobane, miro en internet y veo que hay bastante información. Khalil, sin embargo, me ha abierto los ojos y me ayuda a ampliar mi mirada y comprender mejor este problema internacional.

Cuando terminamos el café, me enseña otras fotos, las de sus hijas antes de abandonar Kobane, antes de la guerra. Muestran unas criaturas alegres, sanas, bien vestidas, riéndose, podían ser nuestras hijas. La separación de ellas le vuelve a emocionar profundamente, aspira a reunirse de nuevo con su familia, tener salud, éxito en la vida y, cuando parece que ya ha terminado, baja los ojos y añade que necesitamos y desea para todos un futuro de paz y reconciliación. Su deseo me conmueve profundamente y me uno a él en esa esperanza de que la brutalidad no sea el fin de esta historia sino un futuro de compasión y cuidado mutuo entre los seres humanos.