En Europa, en general, se observa una clara hegemonía de la carretera en el transporte de viajeros, que acapara la gran mayoría de los desplazamientos, debido a su flexibilidad y la carencia de una clara política de internalización de costes externos. En España, tan sólo un 5% de los desplazamientos terrestres se realizan en ferrocarril, tasa inferior a la media europea (7% en la UE-15). Por el contrario, los desplazamientos en autobús tienen un peso muy alto en España: suponen un 12% del total, porcentaje muy superior al 8% de la media europea (gráfico 1). Por tanto, se puede decir que nuestro país es muy competitivo en transporte público en autobús y menos en el ferroviario. Finalmente, el gran protagonista de los desplazamientos terrestres es el coche, con una participación en España del 82%, porcentaje ligeramente inferior al de la media europea (84%).
Gráfico 1 – Distribución del transporte terrestre de pasajeros de larga distancia según modos de transporte en la UE-15 en pasajeros-kilómetro. En porcentaje. 2010
Nota: Datos estimados para todos los países de la UE-15 salvo para España, Finlandia y Suecia.
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de datos de Eurostat.
Si en vez de la media europea se analiza el reparto modal de los distintos países que componen la UE-15, se observa que el porcentaje de uso del coche oscila entre el 78% y el 87%, el del autobús entre el 4% y el 17% y el del ferrocarril entre el 1% y el 11%.
En España, el uso del coche es relativamente bajo si se compara con el resto de los países, sólo por encima de Austria, Bélgica, Dinamarca e Italia. La participación del autobús en los viajes es igual a la de Italia y sólo inferior a Irlanda, Bélgica y Grecia. Finalmente, la cuota del ferrocarril es similar a la de Italia o Finlandia, y mayor que en países como Luxemburgo, Portugal, Irlanda o Grecia; en este último país, tan sólo un 1% de los viajes se realizan en ferrocarril. Por tanto, se puede concluir que España se sitúa en los puestos de cabeza en el uso del autobús en viajes de larga distancia, se utiliza más moderadamente el automóvil y claramente debe mejorar su posición en la cuota de viajes en ferrocarril.
Estos datos no son independientes de nuestra estructura geográfica y demográfica: un viaje de larga distancia tiene características muy diferentes en España y en Bélgica, por poner un ejemplo, al ser un país de menores dimensiones y con menos barreras orográficas. En otros casos, como Irlanda o Grecia, influye la escasa dotación de redes ferroviarias. Por tanto, hechas las necesarias salvedades, se puede decir que el conjunto de los modos de transporte público en España absorbe una cuota de mercado del 18% de la demanda de larga distancia, lo que sitúa a nuestro país en el quinto lugar de la parte más desarrollada de Europa. No obstante, hay un mayor desequilibrio entre los viajeros en autobús y ferrocarril que debe corregirse.
Gráfico 2 – Evolución de la distribución del transporte terrestre de pasajeros de larga distancia según modos de transporte en España y la UE-15 en pasajeros-kilómetro. En porcentaje. 2000-2010
Nota: Los datos de la UE-15 son estimados.
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de datos de Eurostat.
El análisis de la evolución del reparto modal (gráfico 2) muestra una lectura positiva de los datos de España en relación con la media de la UE-15: los viajes en coche han disminuido ligeramente en Europa, así como en España, aunque el ritmo de cambio es lento. Mientras que en Europa la disminución del uso del coche ha favorecido el repunte del ferrocarril, en España ha beneficiado más al autobús. Esta transferencia de viajeros del coche al autobús es también positiva, ya que se disminuyen las emisiones y la energía consumida, así como los problemas de congestión.
Un factor clave para que el transporte público pueda competir con el coche es proporcionar un “servicio sin costuras” (seamless mobility). La buena conexión de los servicios cobra cada vez más importancia a nivel europeo, un concepto muy relacionado con la intermodalidad, que exige mejoras en las infraestructuras para el intercambio modal y en los sistemas de información para la gestión única de toda la cadena de transporte. La intermodalidad no sólo debe conectar los modos públicos de transporte, sino también favorecer su combinación con el coche (co-modalidad).
En síntesis, el reparto modal de pasajeros en España es relativamente eficiente dentro del contexto europeo, y además evoluciona favorablemente, si bien a paso lento. Sin embargo, el uso del tren está todavía por debajo de la media europea y habrá que diseñar políticas para potenciarlo de modo eficiente, condición necesaria para reducir el consumo energético y las emisiones de gases de efecto invernadero, así como la de gases contaminantes.