La importancia del nivel educativo

La educación es una variable clave en los análisis relacionados con el mercado de trabajo. Los niveles de participación, ocupación y desempleo difieren sustancialmente en función del nivel educativo de la población. El crecimiento del empleo desde 1995 se produjo fundamentalmente en ocupaciones poco cualificadas, por lo que parecía que los estudios “importaban poco”. Sin embargo, cuando la economía no va bien, los estudios se convierten en una de las principales armas en la lucha contra el desempleo.

La crisis en la que nos encontramos es un buen ejemplo de ello, puesto que ha afectado mucho más intensamente a las personas con bajo nivel de cualificación. Tres cuartas partes del empleo perdido entre el cuarto trimestre de 2007 y el primero de 2011 se concentran en personas con nivel educativo inferior a la segunda etapa de educación secundaria. De hecho, en el cuadro se observa como la reducción del empleo disminuye conforme aumenta la cualificación. Esta reducción alcanza nada menos que el 36,2% en el caso de los hombres con educación primaria o menos y el 18,8% en los de primera etapa de educación secundaria.

En cambio, en el caso de los estudios universitarios ha sido menor (un 10,1% para los hombres). Además, el mínimo en el número de personas ocupadas se alcanza en el primer trimestre de 2009 (4.655 mil personas) y, desde entonces, ha vuelto a ascender (este ascenso se debe al incremento de las mujeres universitarias con empleo).

Variación en el número de ocupados según nivel educativo

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 Fuente: EPA.
Esta distribución por estudios está estrechamente relacionada con la estructura ocupacional. Casi el 90% de la pérdida de empleo se ha localizado fundamentalmente en los tres últimos grupos de la Clasificación Nacional de Ocupaciones (1994): artesanos y trabajadores cualificados de industrias manufactureras, construcción y minería (el empleo se reduce un 32,4% en el cuarto trimestre de 2010 respecto al nivel del mismo trimestre de 2007); operadores de instalaciones y maquinaria y montadores (-17,4%); y trabajadores no cualificados (-14,2%).
El “renovado y efímero (entre los varones) éxito ocupacional de los más jóvenes que han abandonado prematuramente sus estudios para trabajar en ocupaciones con escasos requerimientos formativos” (Garrido, 2011) junto con la reducción en el rendimiento salarial de los estudios ha podido generar actitudes de desinterés hacia la educación, asumiendo que sus efectos en el mercado de trabajo no son tan positivos. Sin embargo, en los momentos de crisis económica se percibe claramente cuál es el impacto de la educación. Las personas menos cualificadas tienen pocas oportunidades y, aunque un bajo nivel formativo parezca una cuestión ligada a generaciones mayores, no podemos olvidar un dato muy preocupante: la tasa de fracaso escolar en España se sitúa en torno al 30% y, en los últimos años, se ha incrementado.

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