El primer día de becaria en el departamento de cooperación internacional de África y Asia de Entreculturas en Madrid no sabía qué esperar exactamente.
Mis asignaturas del máster hasta ese momento se habían centrado en temas generales del sistema de cooperación internacional, por lo que no tenía idea de qué iban el diseño y la evaluación de proyectos. Sentía curiosidad por conocer las entrañas del tercer sector, si bien tenía ciertas reservas. Tenías ganas de intentar un trabajo diferente, conocer a gente diversa y aprender más sobre el mundo.
La acogida que recibí de parte de todo mi equipo ha sido cálida y abierta. La cultura en la oficina favorece la confianza para preguntar cualquier duda sin miedo a malas caras. Con personas de experiencias laborales tan distintas, a menudo se crean debates sobre cómo afrontar distintas situaciones laborales. El ambiente laboral es intenso, porque hay financiadores, a los cuales hay que rendir cuentas y proyectos con socios locales que sacar adelante, pero siempre se encuentra un hueco para unas risas y un café. Mis compañeras no sólo me van enseñando cómo realizar distintas funciones de su puesto, sino que están pendientes de cómo me encuentro a nivel personal también.
En cuanto al día a día de trabajar en la sede de una ONG, poco a poco voy formando una idea de qué consiste. Me paso las mañanas delante del ordenador, redactando documentación, revisando facturas y presupuestos, o bien leyendo bases de convocatorias. Quizás no suene más emocionante que cualquier otro trabajo de oficina (aunque cualquier trabajo tiene su encanto), pero lo más bonito de todo para mí, hasta el momento, es tener el privilegio de ver las fotos de las intervenciones y leer sobre las historias personales de los destinatarios, con nombres y apellidos, cuyas vidas tocan los proyectos. Es esperanzador leer testimonios acerca de comunidades que se levantan y se unen para organizar escuelas, construir letrinas y acoger a los más vulnerables. Tengo en mente que, al otro lado de los procesos administrativos y de las actividades que realizan las entidades en terreno, individuos están trabajando para transformar su realidad y salir adelante. Ojalá podamos seguir contribuyendo a ese cambio, aunque sea de una manera muy pequeñita y lejana.
Por ahora, estoy agradecida de poder seguir disfrutando de esta experiencia. ¡Hasta la próxima!
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Carmen Guzmán es Beca prácticas de la Cátedra de Refugiados y Migrantes Forzosos de la Universidad Pontificia Comillas.