Ganas, alegría, motivación y esperanza. Por Elena Moreno

Eso es lo primero que se me viene a la cabeza cuando recuerdo las cinco semanas de curso de español para Refugiados del pasado mes de octubre.

El curso de preparación fue intenso a la vez que motivador. Recuerdo las caras de todos en las escaleras esperando a que llegaran los profesores para impartirnos el curso. Todos teníamos muchas dudas pero sólo diez días después, estábamos deseando empezar con las clases. El primer contacto fue en las entrevistas de nivel que fueron rápidas, pero ¡nos dejaron con muchas ganas de empezar! Ya quedaba poco para comenzar esta maravillosa experiencia.

Recuerdo el primer día y el último y veo claramente un crecimiento personal de todos.

Cada uno de los chicos llegaba con sus esperanzas, tímidos, mirando un poco desde la distancia la clase que iba a comenzar. Nosotros estábamos igual. Por suerte, esos primeros días estábamos liderados por nuestra (gran) profe Carolina, por lo que los nervios iban más controlados. Y así pasó la primera semana, notando cada día más comodidad en el aula tanto por parte de los alumnos como por la nuestra, la de los profesores voluntarios. Cada día había más complicidad, mas colaboración, más diálogos y más risas. En apenas unos días este espacio se transformó en el rato más esperado de la semana. A pesar de las cábalas que cada uno teníamos que hacer para combinar las horas de clases con nuestros trabajos, clases de la Universidad, tiempo para preparar las actividades. Pero lo hacíamos cada vez con mayor facilidad, agilidad y más ilusión.

 

En las cada vez (un poquito) más largas conversaciones que podíamos realizar con algunos de los chicos pudimos darnos cuenta de lo realmente importante que es para ellos conocer el lenguaje y poder controlarlo lo suficiente para sobrevivir en el día a día. “Lo necesito para encontrar trabajo y poder conseguir papeles”. Esto comentaban entre varios durante los ratos del café. Por ello eran los primeros que nos decían “¿volvemos ya a clase?” o “aquí tenéis muchas fiestas, ¡nosotros queremos venir a clase!.” Son ejemplos o frases anecdóticas pero que reflejan las ganas que tenían todos de aprender el español. La importancia de tener una herramienta que les pueda servir de unión con las personas con las que conviven a diario, para poder tener un mayor acercamiento cultural y una mayor integración.

 

He de reconocer que llegué a esta experiencia casi de rebote y con poco conocimiento de lo que realmente íbamos a gestionar y tratar en el curso y en el voluntariado, y por suerte al terminarlo, no pude alegrarme más de que me llegara esa información por redes y decidir apuntarme al curso.

Parece un tópico, pero creo que en cuanto a aprendizaje he sido una alumna más en este curso. Se produjo una gran conexión entre todos los alumnos y los profes, lo que generó un aprendizaje recíproco que ha sido realmente gratificante.

 

Todos nos hemos sentido un poco mal o perdidos cuando hemos estado en un país extranjero y hemos tenido dificultades para expresarnos y comunicarnos. La principal diferencia con los alumnos de nuestro curso es que cuando nos ha podido pasar a nosotros siempre ha sido una elección. Hemos ido a un país para estudiar, trabajar, vacaciones. Fue una elección de entre muchas posibilidades y no la única opción. Porque nunca hemos salido huyendo porque no nos quedaba otra salida.

 

De ahí la importancia para ellos de aprender español, como una llave de integración para sus vidas.

De ahí sus ganas de venir cada tarde al curso de español.

De ahí que haya sido una experiencia inolvidable.

De ahí lo importante que es esta iniciativa por parte de Pueblos Unidos, la Universidad de Comillas y la Cátedra de Refugiados.

Y de ahí lo agradecida de poder haber participado en esta gran experiencia.

Elena Moreno es voluntaria del programa de clases de español para Migrantes y Refugiados que tiene lugar en la Universidad Pontificia Comillas. Con la colaboración de Comillas Solidario, Instituto de Idiomas Modernos, El Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones  y la Cátedra de Refugiados y Migrantes Forzosos.

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