Valorar el impacto de la crisis económica en sanidad va más allá de analizar la política sanitaria. Requiere un análisis más complejo, que tenga en cuenta:
- El impacto en la salud, asociado a la fragilidad previa de la estructura y el bienestar social (así como a la magnitud de la crisis).
- La estructura social (o distribución del empleo, la educación y la riqueza), más frágil ante el embate de la crisis cuanto menos igualitaria sea.
- El bienestar y la redistribución (fiscalidad, Estado de bienestar, Sistema Nacional de Salud –SNS–), claves para apuntalar la estructura social y la salud.
- Las respuestas políticas a la crisis, y en concreto su efectividad o capacidad para prevenir (a bajo coste) secuelas diferidas en la igualdad, el bienestar y la salud.
Aún son pocos los estudios que analizan estos cuatro factores, dada la complejidad del tema y la carencia de datos. La inversión reciente por parte de la OMS, la OCDE, el Banco Mundial y la Unión Europea (UE) en series actualizadas (y desagregadas por áreas y colectivos) de indicadores sensibles a la crisis permite medir su impacto inmediato en la salud. Y potencia la investigación de calidad, permitiendo anticipar con rigor el impacto diferido potencial asociado a distintas alternativas de respuesta en sanidad. Análisis de este tipo deben tenerse muy en cuenta en las medidas de política sanitaria que se adopten tras la crisis. Dado que, si están bien diseñadas, pueden atenuar –o evitar– las secuelas más perniciosas y reducir los costes diferidos o, en caso contrario, agravarlas y aumentarlos, respectivamente.
En sanidad, la crisis conlleva un alto riesgo de secuelas psicológicas y biológicas permanentes. Lógicamente, la preocupación ciudadana por este tema va más allá de debates y movilizaciones contingentes. Como reflejan las encuestas periódicas del CIS, en 2012 los recortes en sanidad están entre los problemas sociales percibidos como más graves por los ciudadanos.