Desde el comienzo de la crisis es frecuente oír hablar del debilitamiento y reducción de las clases medias y de que, por primera vez en décadas, la expectativa de muchos jóvenes ya no es mejorar la posición socioeconómica de los padres; en no pocos casos de esa amplia clase media arduamente alcanzada el riesgo es retroceder. Se vuelve a hablar también fuera del ámbito académico del aumento de las desigualdades sociales, de las políticas distributivas y de la justicia social.
Durante los últimos cuarenta años, la estructura social española se ha transformado en una sociedad de clases medias, superando un período en el que predominaba la clase industrial obrera llegada a los núcleos urbanos desde las zonas rurales agrarias. La movilidad intergeneracional ha sido claramente ascendente. Al analizar los destinos sociales de los hijos en relación con los de sus padres, se comprueba que un tercio de las clases de los padres han dejado de existir y han dado paso a un tercio de nuevas profesiones y posiciones de clase.
Aunque con una menor movilidad en los extremos superior e inferior de la sociedad, durante las dos últimas décadas –desde los primeros años noventa- España había conseguido que la pauta de movilidad absoluta convergiese y fuera similar a la pauta europea. La reactivación económica de mitad de los años ochenta, el proceso de modernización empresarial y del sistema productivo, la ampliación y consolidación de las políticas y estructuras de un Estado de Bienestar de corte socialdemócrata y el ingreso en Europa, entre otras causas, hicieron posible un desarrollo inédito de las oportunidades de ascenso social intergeneracional, muy por encima de la media europea, sobre todo en el caso de los hombres. Este desarrollo y modernización socioeconómica de nuestro país fue en gran medida posible por el importante aumento del nivel educativo de la población española en las últimas décadas. Es este proceso de ascenso social intergeneracional y las bases sobre las que se asentó lo que se ve amenazado por la profunda crisis económica que estamos sufriendo.
Junto a la movilidad intergeneracional, es necesario igualmente analizar la movilidad intrageneracional, que refleja los cambios o continuidad en las posiciones de clase de los mismos individuos a lo largo de un tramo de su trayectoria vital. Se puede enfocar desde una doble perspectiva: sociológica, analizando la movilidad entre clases sociales y estatus, y económica, estudiando la movilidad de ingresos en tramos del ciclo vital. Desde la perspectiva sociológica, los datos más recientes nos permiten constatar el notable peso de la inmovilidad intrageneracional o de trayectoria en nuestro país: el 51% de los adultos no cambia de clase una vez iniciada su trayectoria laboral, un 35% logra ascender de clase y un 14% desciende. Desde la perspectiva económica o de renta, la burbuja del sector de la construcción en nuestro país introdujo un elemento de distorsión evidente, por cuanto muchos jóvenes sin apenas formación se emplearon en dicho sector, muchas veces con sueldos muy superiores a los de los profesionales con alta formación y obreros cualificados de su edad. El estallido de la burbuja inmobiliaria los ha dejado sin apenas rentas y con pocas posibilidades de recualificación laboral dado su escaso bagaje educativo. Es una generación dializada, que muestra un cambio de tendencia hacia el empeoramiento del enclasamiento de los más jóvenes, situación agravada por la actual política de austeridad y recortes en plena recesión.