La permanencia de una concepción machista del deporte en amplios segmentos de la sociedad española contrasta con el fuerte cambio que ha tenido lugar en la consideración de la práctica deportiva según la edad. Mientras que en la década de los años ochenta la práctica deportiva era considerada como una cosa de jóvenes, inadecuada para las personas mayores, de quienes se pensaba que lo mejor –o lo único– que podían hacer a ese respecto era pasear y, como mucho, algo de gimnasia de mantenimiento, se ha pasado a una cierta normalización de la práctica deportiva en la población mayor de 65 años, tal y como puede comprobarse con los resultados que aparecen en la tabla 5.
Tabla 5 – Evolución de la población que practica al menos un deporte por grupos de edad. En porcentaje. 1980-2010
1980
|
2010
|
|
De 15 a 24 años |
52
|
60
|
De 25 a 34 años |
34
|
54
|
De 35 a 44 años |
13
|
44
|
De 45 a 54 años |
8
|
34
|
De 55 a 64 años |
4
|
30
|
De 65 y más años |
–
|
19
|
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de García Ferrando, M. (1982): Deporte y sociedad. Ministerio de Cultura; y CIS (2010): Estudio 2.833. Hábitos deportivos en España (IV).
Si fijamos nuestra atención en las tasas de práctica deportiva de cada grupo de edad, las diferencias de 1980 a 2010 resultan especialmente relevantes entre la población de 45 a 64 años: en el grupo de 45-54 años pasa de un 8% en 1980 a un 34% en 2010; el grupo de 55-64 años, de un 4% a un 30%. Y aunque la diferencia es numéricamente menor en la población de 65 años y más, conviene tener en cuenta que se ha pasado de la ausencia casi total de practicantes de dichas edades en 1980 al 19% de 2010. Desde el punto de vista social y cultural, esto puede considerarse, en términos de concepción del significado de la tercera edad o edad de jubilación, como una clara manifestación de la revolución silenciosa que está teniendo lugar en la sociedad española, al igual que en otras sociedades avanzadas y democráticas, en los estilos de vida de las personas de más edad, unos estilos de vida cada vez menos diferenciados desde el punto de vista de entender y vivir las prácticas deportivas del resto de generaciones más jóvenes. Se trata de una revolución cuya comprensión sociológica conviene situar en el marco de los cambios culturales que acompañan al despliegue de la posmodernidad, en la que la identidad individual, tanto si ésta es la de ser joven o viejo, hombre o mujer, deportista o no deportista, etc., deja de estar biológica e incluso socialmente determinada para definirse progresivamente en términos culturales.