Redes e inmigración: ¿qué vínculos existen?
¿Por qué migran las personas? Esta pregunta y sus posibles respuestas han dado lugar a las teorías explicativas sobre las migraciones internacionales. Estas teorías analizan el fenómeno bien desde el punto de la decisión individual –nivel micro–, bien desde el contexto local o global de la migración –nivel macro–, bien desde el tejido de relaciones, vínculos y estrategias que los grupos construyen en su proceso migratorio –nivel meso–. Más allá de los factores de expulsión y atracción, del mercado global de bienes, servicios y mano de obra, surgen los espacios trasnacionales con comunidades que, sin pertenecer totalmente al lugar de origen o al de recepción, hacen parte de ambos y configuran un nuevo espacio. Estamos hablando de las redes de inmigración.
Una red migratoria es siempre dinámica y móvil. Nace por las relaciones interpersonales entre los que migran, los que se quedan y los que han migrado y retornado, y se sitúa tanto en los países de origen como de destino. Estas relaciones inciden en la decisión de migrar, en la dirección y volumen de los flujos, en la reducción de costes y riesgos y en la percepción de que en todo el proceso, aun antes de la migración, se cuenta con apoyos. Para que esta red funcione se transmite desde el principio información básica: para iniciar la migración, para decidir el destino y para recibir la acogida y el primer acceso a los recursos sobre vivienda, trabajo, escolarización de los hijos, etc. Al mismo tiempo, la red posibilita la atención de los miembros de la familia que quedan en origen y el envío de ayuda a éstos.
En definitiva, es el capital social el elemento constitutivo en la formación de las redes migratorias, pero se realimenta de los vínculos, relaciones e intercambios que se van produciendo al interior de la red y en contacto con otras redes similares.
El rol de las redes en la llegada de la inmigración y en el contexto de crisis
España es ya un territorio de esa red social de inmigrantes. La base fundamental de esta red es familiar. A través de ella se posee y se genera un cierto capital social, se aportan datos para migrar, se cuenta con contactos al llegar y éstos son cruciales para la búsqueda de empleo. Al mismo tiempo, la red familiar en origen se mantiene aunque con menor intensidad con el paso del tiempo, dato éste último que se relaciona con la progresiva recomposición de la estructura familiar en la sociedad receptora. Se regresa periódicamente al país de origen, aunque los motivos de ese viaje se deben a vacaciones, para visitar a la familia y a amigos. Asimismo, la red migratoria se mantiene vinculada por el envío de las remesas.
Con el paso del tiempo, la red familiar se diversifica y se espesa aquí: es el caso de los migrantes más antiguos que tienen ya a toda su familia en núcleos familiares independientes. Este dato, junto con el hecho de que muchos migrantes tienen vivienda en propiedad, evidencia además un proyecto migratorio definitivo.
Y es entonces cuando las redes migratorias superan a las familiares. Esas otras redes que funcionan en los espacios de ocio, en parques y “fiestas patrias” (especialmente en las fiestas que conmemoran la independencia de los países de América del Sur), en fiestas asociadas a distintas creencias y prácticas religiosas, en la recepción y el traslado de inmigrantes en el aeropuerto, en la información que circula para la escolarización de los hijos, en las viviendas compartidas, en el acompañamiento espontáneo al recién llegado para explorar el nuevo territorio, en los espacios de comunicación e información en bares y comercio étnico, en el quehacer diario del tejido asociativo que conduce y acoge a muchos inmigrantes a las asociaciones creadas por ellos, mixtas o de españoles…
La crisis económica actual que afecta en distinta medida al colectivo inmigrante puede producir dos efectos contrarios en cuanto al funcionamiento de las redes sociales. Las redes de apoyo pueden ser el soporte de los más afectados por la crisis; sin embargo, la propia situación de crisis puede llegar a vulnerar el principio de solidaridad al interior de la red. Sobre este último punto, son reveladores los resultados de la Memoria Anual de Cáritas 2009, que destaca que el 73% de las personas que acude a esta organización reconoce haber tenido a alguien para ayudarles, mientras que un 27% reconoce no haberlo tenido. El documento revelaba ya en ese año que un 34% de las personas admite que no cuenta con nadie en quien apoyarse cuando tiene problemas, mientras que un 37% de las personas atendidas en centros de Cáritas no cuentan con una red de apoyo social o familiar, y casi la mitad reconoce que no dispone del apoyo efectivo necesario. Uno de los principales desafíos que enfrentan las redes sociales en el actual contexto de crisis, tiene mucho que ver con los recursos económicos y humanos de que disponen para ayudar tanto a los españoles como a los inmigrantes que están en situaciones de vulnerabilidad.