Sexta y séptima Estación
SEXTA ESTACIÓN
Jesús resucitado se aparece a los discípulos en Jerusalén
(Lc 24,36-40)
Estaban hablando de esto, cuando se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: —La paz esté con vosotros. Espantados y temblando de miedo, pensaban que era un fantasma. Pero él les dijo: —¿Por qué estáis turbados? ¿Por qué se os ocurren tantas dudas? Mirad mis manos y mis pies, que soy el mismo. Tocad y ved, que un fantasma no tiene carne y hueso, como veis que yo tengo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
Contiene este pasaje el pasmo de reencontrar a Jesús resucitado. Impresiona la humanidad y empatía de las palabras de Jesús, que asume que sus discípulos estén asustados y que crean que es un fantasma. Y sin que si quiera pidan pruebas, les dice: “tocad y ved”. Esa humanidad continúa cuando luego en los siguientes versículos les pedirá algo de comer, para que salgan del shock. A diferencia de otros pasajes más simbólicos, como el de Emaús, donde le reconocen al partir el pan, aquí Jesús se presente precisamente a los más cercanos en una situación de gran realismo. ¿Cómo traer estas líneas a nuestro presente y nuestra vida? Hoy Jesús se sigue presentando, no ya como un presunto fantasma, pero sí en nuestro entorno, en infinidad de señales, especialmente en los demás; cuando sufren, cuando perdonan, cuando aman, también cuando están perdidos. Jesús nos enseñó que esas situaciones y no otras sería la forma en la que estaríamos con él, y como nos seguiría hablando, y sobre todo escuchando y acompañando en la vida; ofreciéndonos su mano cuando todo parezca desvanecerse a nuestros pies.
Como recomendación para meditar este pasaje recomendaría el aria de J. S. Bach “Dejadnos ir con Jesús”: https://www.youtube.com/watch?v=NSHEQ-_INkM Aunque sería bonito traducirlo entero, creo que el comienzo de las diferentes estrofas es toda una guía para este pasaje y mucho más, para vivir la pasión y la resurrección esta semana santa:
Vayamos con Jesús – Suframos con Jesús – Muramos con Jesús – Vivamos con Jesús – (Y el último verso, que se dirige directamente a Jesús)
“Jesús, te vivo aquí. Déjame estar eternamente contigo”
(Ricardo Pinilla Burgos, profesor de Filosofía) *El texto lo encontráis en: https://www.bach-cantatas.com/Texts/Chorale481-Eng3.htm
SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús resucitado da su paz a los discípulos y el poder de perdonar pecados
(Jn 20,19-23)
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio y les dice: —Paz con vosotros. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús repitió: —Paz con vosotros. Como el Padre me envió, así yo os envío a vosotros. Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: —Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los mantengáis les quedan mantenidos.
La atmósfera donde se desenvuelve este pasaje del Evangelio es ya de por sí reveladora de cómo actúa Cristo. Los discípulos están encerrados, atemorizados por lo que puede pasar estando su maestro muerto, y ahí es donde actúa el Señor. Se aparece en el miedo, en la intranquilidad, en el desasosiego y les da la Paz. Pero no es una paz vacía, ni un placebo. En sus heridas se ve escrito que es una paz de redención. Enseñándonos las llagas nos está diciendo que nosotros estamos libres de esas heridas, porque las tiene Él, porque se ha puesto en nuestro lugar. Y así, después de su muerte y resurrección, nos trae la buena noticia que estábamos esperando, los cielos se acaban de abrir, y con el perdón de los pecados podemos entrar, no hay mejor noticia que pueda traer un verdadero Salvador, que el poder real del perdón, un poder que cambia nuestra vida y nos pone en camino hacia la santidad.
(Ignacio Sánchez Fernández, estudiante de Filosofía)