Pascua contigoPASTORALUNIJES-Red Ignaciana

Cuarta y quinta Estación

CUARTA ESTACIÓN


Jesús se aparece en el camino a Emaús
(Lc 24,10-30)

Eran María Magdalena, Juana y María de Santiago. Ellas y las demás se lo contaron a los apóstoles. Pero ellos tomaron el relato por un delirio y no las creyeron. Pedro, en cambio, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Se asomó y sólo vio las sábanas; así que volvió a casa extrañado por lo ocurrido. Aquel mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, distante a unas dos leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. Él les preguntó:

—¿De qué vais conversando por el camino? Ellos se detuvieron con semblante afligido, y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: —¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos días? Jesús preguntó: —¿Qué cosa? Le contestaron: —Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. ¡Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel!, pero ya hace tres días que sucedió todo esto. Es verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos han alarmado; ellas fueron de madrugada al sepulcro, y al no encontrar el cadáver, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles asegurándoles que él está vivo. También algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como habían contado las mujeres; pero a él no lo vieron. Jesús les dijo: —¡Qué necios y torpes para creer cuanto dijeron los profetas! ¿No tenía que padecer eso el Mesías para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él. Se acercaban a la aldea adonde se dirigían, y él fingió seguir adelante. Pero ellos le insistieron: —Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída. Entró para quedarse con ellos; y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio.

A veces cuesta ver en nuestra vida la presencia de Dios y nos parece que hemos de hacer grandes deducciones u oraciones y sacrificios muy fuertes para encontrarlo. De lo que no nos damos cuenta es de que Dios nos ama mucho más de lo que le amamos a Él, por eso no hemos de buscar tanto y más bien hemos de estar atentos para ver dónde está. En el caso de los amigos de Emaús fue un forastero que iba con ellos, pero iban demasiado distraídos con sus problemas sobre la muerte y resurrección de Jesús como para ver que estaba con ellos. Te recomiendo que pares un momento y te preguntes si realmente estás con el Resucitado; examina las cosas más sencillas, pero de más valor que hay en tu vida: tus amigos, la familia, tu carrera, tu oración… Dios ya está contigo, nunca te abandona, sólo hay que abrir los ojos y el oído para ver dónde está y qué quiere decirte.                                                         

                                                                                                                                                                 (Gabriel Rodríguez Rey, estudiante de Filosofía)

QUINTA ESTACIÓN


Reconocen a Jesús resucitado al partir el pan
(Lc 24,30-35)

Mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Se dijeron uno al otro: —¿No se abrasaba nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura? Al punto se levantaron, volvieron a Jerusalén y encontraron a los Once con los demás compañeros, que decían: —Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Ellos por su parte contaron lo que les había sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Qué difícil es mantener la fidelidad cuando los sueños, humanos y muy humanos, no se cumplen. Qué difícil es mantener la fidelidad, y hablo de mí, cuando los sueños de transformar el mundo, la Iglesia, mi Congregación, mi comunidad, mi departamento, mi clase diaria…  no acaban de la manera en que yo los pensé. Miras atrás y la vida te parece un fracaso… Y si este sentimiento se apodera de ti, dejas de mirar y de saborear el buen futuro de Dios. Y nos cansamos… Y caemos en la tentación, los dos de Emaús, de regresar a trabajos seguros y calculados… Pero Jesús, el Cristo está ahí, acompañando nuestro caminar… Y entonces un grito: quédate con nosotros… Y entonces un nuevo sentimiento en lo más profundo del corazón: ¿no ardía nuestro corazón? Y entonces, y solo entonces, corremos a reencontrarnos con nuestros hermanos y a reconstruir la fraternidad para anunciar juntos, desde la profunda experiencia de amor sentida, que ESTÁ VIVO… y que SU LUZ será siempre nuestra luz.

       (Antonio Sánchez Orantos cmf, profesor de Filosofía)

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