Me pasa desde los veintipico años. Todos los años, para el Día de la Madre, recibo felicitaciones por la calle: ”¡Feliz Día de la Madre!”, me dicen, casi de forma reverencial, cuando me cruzo con alguien. Las primeras veces me sobresaltaba. Me entraban ganas de parar a quien me lo decía y explicarle algo que no tenía ninguna forma de saber: que no soy la madre de nadie.Leer más [fa type=»long-arrow-right»]
[fa type=»file-text»] Fuente: Huffington Post