El tiempo vuela y antes de que los padres se den cuenta, sus hijos dejarán de jugar. Su prioridad será otra. Ya no irán de la mano de su peluche favorito, ni pedirán que les lean un cuento antes para dormir. Antes de que todo eso ocurra, los adultos tienen la «misión» de pasar tiempo con los niños, de jugar con ellos, aunque solo sean 15 minutos diarios. «Eso es mucho más que intentar recuperar el tiempo perdido los fines de semana», afirma la psicóloga Alicia Banderas.
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