Informe España 2021 Capítulo 2
Jorge Sainz, Ismael Sanz y Luis Miguel Doncel
Los indicadores educativos en España están mejorando. Aun así, continuamos a la zaga en la UE y nuestra mejora relativa es escasa. A todos los problemas, amplios y variados ‒y aunque no muy diferentes a los de otros países europeos, sí más exacerbados‒, se ha añadido la pandemia. Entre estas dificultades, el principal problema de la educación española sigue siendo la elevada tasa de abandono. La tasa de abandono temprano de la educación y formación en España fue del 16% en 2020, último año completo disponible. Una tasa que nos convierte en el segundo país de la UE, después de Malta, con mayor porcentaje de jóvenes entre los 18 y 24 años que no tienen estudios medios (FP Básica, Media o Bachillerato finalizados) y que no sigue realizando ninguna formación.
La irrupción de innovaciones tecnológicas necesita para el crecimiento de una sociedad equitativa que todos sus miembros tengan una formación de acuerdo con las necesidades tecnológicas del nuevo modelo de producción. En caso contrario, corremos el riesgo de olvidar a una parte de la sociedad. En España ya hemos visto como estas formas de producir, agravadas por la situación laboral de la pandemia, están reforzando un mercado laboral dual, donde los trabajadores formados consiguen trabajar en condiciones aceptables de estabilidad laboral y salarios, mientras que otros no encuentran un trabajo estable y sus formas de participar del bienestar de la sociedad se ven agotadas creando así una marginalidad laboral impensable tan solo hace unos años.
Los datos que mostramos a lo largo de este capítulo demuestran las dificultades que han tenido muchas familias y muchos estudiantes en cuanto a aspectos clave de su salud mental, como puede ser la ansiedad a lo largo del período de la pandemia. Aunque parece claro que hay una tendencia a la recuperación de las heridas que ha ido dejando la pandemia sobre nuestras generaciones más jóvenes, su efecto sobre su comportamiento educativo no hace más que reforzar la necesidad de apoyo a nuestros jóvenes, fundamentalmente a los provenientes de los segmentos con rentas más bajas y también a los de los segmentos con un grado de educación menor, para intentar que la educación continúe realizando su función de ascensor social.