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Santiago Pérez-Nievas y José Rama Caamaño
El voto nacionalista se ha interpretado tradicionalmente como expresión de una fractura regional o centro-periferia, una de las escisiones tradicionales que conforman el sistema de partidos en España y que, a diferencia de otras, como la religiosa o la de clase, parece haber mantenido en este territorio el mismo o incluso mayor vigor que en el primer tercio del siglo XX.
Desde el inicio de la democracia, los partidos etnorregionalistas han jugado un rol importante en las diferentes contiendas electorales, tanto a nivel nacional como, lógicamente, a nivel subnacional; y han fijado así un “principio de la presión centrífuga” no solo como herramienta de negociación, sino como elemento disuasorio ante una posible recentralización de los recursos. La fractura territorial se fue acentuando cada vez más, en parte gracias a la “estructura de oportunidad política” que ofrecía la descentralización del Estado y que posibilitaba una exitosa movilización electoral a los partidos nacionalistas. Lo que en un principio se pensó para responder a las demandas de los nacionalismos periféricos con el objetivo de resolver los problemas de integración territorial, produjo lo que se ha denominado como la “paradoja del federalismo”, es decir, la agravación de las tensiones territoriales y el fortalecimiento del apoyo a las posiciones extremistas.
La fractura territorial tiene en España tres manifestaciones, interrelacionadas pero distintas: (1) una fractura política, más antigua en origen, que se materializó desde comienzos del siglo XX en partidos etnorregionalistas, fundamentalmente en Cataluña y el País Vasco; (2) la conformación y desarrollo de nuevos partidos etnorregionalistas surgidos al albur de la oportunidad política que supuso la puesta en marcha del Estado de las autonomías; y (3) la traslación de los factores identitarios y los debates con respecto a la organización territorial del Estado a factores de competición entre partidos de ámbito estatal, y no sólo entre éstos últimos y los partidos etnorregionalistas. En este capítulo nos ocupamos fundamentalmente de la primera y de la segunda de estas manifestaciones.