Antonio Abellán, Julio Pérez, Alba Ayala, Rogelio Pujol y Gerdt Sundström
Cientos de miles de personas en España reciben cuidados de otras porque tienen problemas en su funcionamiento físico o cognitivo. Las Administraciones Públicas y sus propias familias invierten millones de euros en servicios para atenderlas. Pero, sobre todo, sus familias dedican una ingente cantidad de horas a esa tarea, con intensidad e implicación, y un extraordinario esfuerzo físico y emocional. Son quienes cuidan a las personas que llamamos dependientes.
Durante décadas, demógrafos, gerontólogos, economistas y otros expertos han escrito sobre el proceso de envejecimiento demográfico (el aumento de edad media poblacional) y sus consecuencias, especialmente en los sistemas de pensiones y sanitario. Pero hace sólo un par de décadas se puso de manifiesto la necesidad de dar visibilidad a la dependencia. Como se señalaba en el Informe España 2001 de la Fundación Encuentro, la dependencia, la necesidad de ayuda para las actividades cotidianas, había tenido antes de esos años una nula visibilidad y una escasa consideración social y política. Era un problema limitado a las fronteras del hogar.
La prolongación de las tendencias conocidas hasta hoy suele conducir a escenarios alarmantes. Todo apunta a graves problemas para el futuro de los cuidados a las personas mayores dependientes. Y es que las tendencias proyectadas afectan enormemente a los núcleos de la capacidad de cuidado: el peso demográfico de la vejez crecerá, el peso de las edades más avanzadas también aumentará entre las personas mayores, irán llegando a esa etapa nuevas generaciones con un número cada vez menor de hijos, el número de convivientes en el hogar también será menor, seguirá aumentando la actividad laboral de las mujeres adultas (las cuidadoras mayoritarias hasta ahora) reduciendo su disponibilidad para el cuidado, aumentará la distancia geográfica entre los parientes.
Afortunadamente, la experiencia histórica hasta el presente nos dice que, a la vez que avanzan muchos de los cambios antes mencionados, se despliegan otros que pueden compensar sus efectos negativos para la capacidad general de nuestras sociedades para el cuidado. Por tanto, se expondrán también, acto seguido, signos de cambios futuros que dibujan un escenario muy diferente, mucho más esperanzador.