En nuestra sociedad el espacio público y lo público sigue siendo un lugar de desencuentros y tensiones, más que un espacio clave para el ejercicio de la responsabilidad individual y colectiva. La escasez y la austeridad sobrevenida con la crisis poco han cambiado las tendencias, aunque sí ha incrementado la desigualdad.
Para muchas entidades de la sociedad civil organizada, este tiempo de crisis ha acentuado un problema de sustitución generacional que no es nuevo y arranca de bastante antes. Las personas de la generación que fue activa y luchadora frente al
régimen franquista, que peleó por conquistar la democracia, que construyó buena parte del tejido asociativo de fin del siglo XX, han dado forma al Tercer Sector desde un voluntarismo incombustible y militante. Sin embargo, en estas organizaciones se ha
producido el envejecimiento de personas activas y el declive de dinamización de sus asociados y de captación de personas voluntarias. Al igual que el tiempo y la edad pasan para cualquier individuo, lo mismo sucede en las organizaciones; si no se piensa con antelación, se producen colapsos. Incluso en algunas asociaciones que han conseguido importantes cotas de prestigio se dan fuertes debates sobre cómo atraer a gente más joven o, simplemente, ‘sangre’ nueva que se comprometa con sus objetivos. Pues corren el riesgo de desaparecer por falta de mimbres. Es un problema que se detecta tanto de forma intuitiva en el contacto directo con distintas organizaciones como en las encuestas sobre voluntariado y participación, que viene de lejos y que en informes anteriores de la Fundación Encuentro ya se ha analizado. ¿Cuántas son las entidades que tienen dificultades serias en su continuidad o cuántas desaparecen porque no han tenido procesos de sustitución tanto de sus líderes como de sus bases?
Teniendo en cuenta la perspectiva actual, ¿qué podemos anticipar? ¿Hacia dónde vamos en esta etapa que vislumbra la poscrisis? ¿Cuál es el horizonte que podemos pensar y construir? Las opciones que ya se han activado obligan a revisar las formas de participación y vinculación –o de militancia, como se decía antes–.