Crisis, soberanía e integración europea

Crisis, soberanía e integración europea | Informe España 2014 | Fundación Encuentro
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¿Por qué crece en Europa –y especialmente en la Europa del Sur– la sensación de que los ciudadanos han perdido la capacidad de determinar cuáles han de ser las políticas públicas? ¿Por qué se generaliza la opinión de que gane quien gane las elecciones, gobierne quien gobierne, las políticas económica, social, laboral y fiscal no cambiarán? ¿Por qué hay cada vez más personas que creen que quienes realmente “mandan” no son los gobiernos y los parlamentos, sino burocracias internacionales (el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional) o difusos “poderes fácticos” (los “mercados financieros”, la “banca”)? ¿Por qué son muchos los que piensan que un Estado capaz de remover los obstáculos que se interponen a la realización efectiva de los derechos a la libertad y a la igualdad (como exige el artículo 9.2 de nuestra Constitución) es parte de nuestro pasado, pero no de nuestro futuro colectivo?
Todos estos interrogantes son formas de preguntarse qué queda de la soberanía, qué queda de la aspiración a ser ciudadanos de un Estado Social y Democrático de Derecho, qué queda de la política como vocación al servicio del interés colectivo.

Y aunque hubiésemos debido hacernos esas preguntas hace ya tiempo, es la crisis la causa inmediata de que los ciudadanos sientan que han perdido algo fundamental. Pero, ¿son una y la misma la crisis económica y la crisis de confianza en la democracia, en la capacidad de modelar el ejercicio del dominio político democráticamente? ¿Hay que buscar raíces más profundas (y anteriores) a la crisis de la soberanía? O, dicho de otro modo, ¿nos encontramos ante una crisis estructural y profunda del poder político o se trata meramente de un fenómeno coyuntural y pasajero?

¿Qué papel desempeña la Unión Europea en estos cambios y transformaciones? ¿Ser Estado miembro de la Unión Europea necesariamente recorta el ámbito de la democracia? ¿O pueden los ciudadanos recuperar en tanto que europeos lo que pierden como nacionales? ¿Ha sido la Unión Europea el ángel protector de la democracia durante las crisis actuales o más bien su némesis? ¿Qué relación hay entre todos estos fenómenos y la voluntad de varias regiones europeas de separarse de los Estados de los que hasta ahora formaban parte, como es el caso de Escocia y de Cataluña?

Responder a estas preguntas exige comenzar por deshacer los enredos y galimatías múltiples que dificultan la discusión sobre la soberanía, la crisis y el proceso de integración europea. Nuestras discusiones sobre tales cuestiones se asemejan a un combate en medio de una nube: los argumentos se cruzan sin jamás encontrarse, dado que en realidad estamos hablando de cosas distintas. Por ello, en la primera parte de este capítulo se ofrecen las herramientas analíticas con las que deshacer los entuertos discursivos más habituales. De modo específico:

  • Se distingue netamente entre soberanía como título del dominio político y soberanía como ejercicio del poder político, lo que permite evitar varios errores recurrentes en el debate político y constitucional. Muy especialmente se da cuenta de cómo compartir soberanía puede conducir a debilitar el poder político en su conjunto –o, en los términos que en este trabajo se proponen, a pulverizar la soberanía–. Pero, no tiene por qué ser así: compartir soberanía puede permitir fortalecer y hacer más efectivo el poder público –y resultar, pues, en la recuperación de la soberanía–.
  • Se explica por qué es necesario diferenciar las distintas crisis que padecemos, aunque se solapen y al hacerlo se refuercen mutuamente.
  • Se da cuenta de qué España y qué Europa entraron en crisis en 2007 mediante el estudio del (variable y cambiante) impacto que la integración europea ha tenido en la configuración del poder político en Europa.

En la segunda parte se analiza cómo se ha visto afectado el ejercicio de la soberanía política en Europa con las crisis y tras las crisis. En particular, se describen las transformaciones de la estructura constitucional y política de la Unión Europea a resultas de las crisis y –quizás aún en mayor medida– de las medidas adoptadas para contener y superar las mismas (lo que en lo sucesivo denominamos gobierno de las crisis). Al hacerlo se concluye que:

  • Las crisis y el gobierno de las crisis han favorecido tanto la centralización del poder –la transferencia de competencias clave en materia económica y social de los Estados y regiones a la Unión Europea– como el debilitamiento de la legitimidad democrática de los procesos de toma de decisiones europeos y nacionales. O lo que es lo mismo, la soberanía, en los términos que acaban de introducirse, se ha pulverizado, no recuperado.
  • La pulverización de la soberanía es una de las causas (aunque no la única) de la pujanza de los movimientos independentistas en varios países de la Unión Europea.

Las crisis sirven en este trabajo como lentes de aumento con las que estudiar la realidad constitucional de España y de la Unión Europea. Nos permiten ver incluso aquello que tiende a pasar inadvertido en momentos de estabilidad, lo que está velado u oculto en circunstancias normales. Y a relativizar, por tanto, el carácter extraordinario e imprevisible de las crisis, que en muchos casos no son tanto causa de las transformaciones como reveladoras de cambios que ya se habían producido antes y en cuyas consecuencias no habíamos reparado aún.

De forma semejante, las crisis –y muy especialmente estas crisis– no son hechos excepcionales, sino que son el resultado de un cúmulo de decisiones y no decisiones tomadas antes de su estallido. O dicho de otro modo, las crisis son el estadio crítico de problemas sociales, políticos y económicos larvados durante años. El ejemplo que se incluye en el cuadro 1 (la influencia que los mercados financieros ejercen sobre las políticas públicas al determinar la prima de riesgo de cada Estado) sirve para ilustrar esta afirmación.

Capitulo-3-Cuadro-1-Soberania

Por ello, es imprescindible situar a las crisis en su contexto social, político y económico y evitar estudiarlas de modo que queden aisladas de los mismos. Sólo así se podrá calibrar de forma ponderada su verdadero impacto. Sólo así se pondrán entender plenamente las consecuencias de las medidas que se tomen en nombre de contener y superar las crisis.

 

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