En un sistema de reparto como es el español y el de los países de nuestro entorno, en el que los trabajadores actuales pagan con sus cotizaciones las prestaciones de los pensionistas actuales, la relación entre los jubilados y la población en edad de trabajar es fundamental para la viabilidad del sistema. La pirámide de población prevista para el año 2050 no deja lugar a dudas (gráfico 10).
Gráfico 10 – Evolución de la población residente en España por sexo y grupos de edad. 1970-2050
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de INE (2012): Proyecciones de población a largo plazo; e INE, Censo de población 1970.
Es cierto que las previsiones demográficas a medio y largo plazo pueden no cumplirse –como ocurrió en nuestro país con el reciente boom migratorio, en el que aumentó en una proporción no prevista en las proyecciones de población el número de extranjeros en nuestro país–, pero no es fácil imaginar en este momento una concatenación de causas como la que se produjo entonces (empezando por el crecimiento irracional del sector inmobiliario y de la construcción), mientras que los procesos demográficos de fondo –baja natalidad y aumento de la esperanza de vida–, salvo extraños acontecimientos imprevistos, se mantendrán. De hecho, los movimientos migratorios actuales (retorno de inmigrantes y emigración de españoles, sobre todo jóvenes) acentuarán a corto plazo la modificación de nuestra estructura demográfica.
La razón de esta “rectangularización” de la pirámide poblacional está en la conjunción de dos procesos demográficos de gran trascendencia: el mantenimiento de una baja tasa de fecundidad y el continuo incremento de la esperanza de vida a los 65 años, ya comentado.
Como se puede apreciar en la tabla 20, las proyecciones respecto a la tasa de fecundidad muestran un muy ligero repunte en las próximas décadas (hasta 1,55 hijos por mujer en 2050 desde 1,42 en 2012), que en ningún caso se acerca a la tasa de reposición demográfica, situada en 2,1. Frente a este estancamiento, destaca un incesante aumento de la esperanza de vida a los 65 años: entre 2012 y 2050 aumentará en 5,4 años entre los hombres y en 4,8 entre las mujeres. Por tanto, mientras las cohortes en edad de trabajar tenderán a mantenerse estables –si no median intensos procesos inmigratorios, como el acaecido en la primera década de este siglo (gráfico 11)–, las de los jubilados se incrementarán notablemente.
Gráfico 11 – Evolución del crecimiento demográfico por nacionalidad. Variación interanual en miles de habitantes. 1999-2008
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de INE, Padrón municipal de habitantes, varios años.
El resultado de todo ello es un aumento muy importante de la tasa de dependencia, es decir, la ratio entre población de 65 y más años y la población potencialmente activa (15-64 años), un parámetro clave para evaluar la sostenibilidad del sistema de pensiones. Como se puede apreciar en la tabla 21, la tasa de dependencia española en 2010 se situaba en 24,7, lo que colocaba a nuestro país en la decimosegunda posición entre los países de la UE-15 y claramente por debajo de la media. Las predicciones demográficas para 2030 elevan la tasa a 35,5, y repetiría la misma posición. Sin embargo, para 2060, nuestro país se situaría en quinto lugar, por detrás de Alemania, Portugal, Italia y Grecia, con un 56,4. Es decir, por cada 100 personas en edad de trabajar habría 56 con 65 y más años.
Gráfico 12 – Evolución de los trabajadores afiliados a la Seguridad Social y de los pensionistas. 1990-2012
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
Pero la clave operativa no está en la relación entre jubilados y personas en edad de trabajar, sino entre pensionistas y trabajadores, los que aportan recursos al sistema. Entre 1990 y 2012, el número de afiliados a la Seguridad Social pasó de 12,6 a 16,3 millones, con un incremento del 29,7%. En el mismo período, el número de pensionistas aumentó de 6,2 a 9 millones, con un incremento del 45,8% (gráfico 12). La ratio trabajadores-pensionistas bajó de 2,03 a 1,81. Las fluctuaciones a lo largo del período han sido grandes, dependiendo directamente de los ciclos económicos y los correspondientes procesos de creación o destrucción de empleo, pero en pocos ejercicios se ha superado el umbral de los dos trabajadores por cada jubilado. La clave, evidentemente, se encuentra en el numerador, el volumen de afiliados, máxime cuando la tasa de empleo (porcentaje de trabajadores sobre la población en edad de trabajar) es aún comparativamente baja –incluso en períodos de crecimiento económico– en nuestro país respecto a los de nuestro entorno.
Una de las soluciones a la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones sería aumentar los ingresos por medio de un incremento de la afiliación –sobre todo de las mujeres, donde todavía hay un amplio margen de aumento–. Pero, así como la evolución demográfica es más predecible, la evolución económica no lo es. Mecanismos como el Fondo de Reserva pueden ayudar a mitigar las fluctuaciones en este ámbito, pero no parece que puedan resolver el problema de fondo.
Un último factor clave para evaluar la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones es un indicador estrictamente económico: la tasa de sustitución de las pensiones públicas de jubilación, es decir, el porcentaje que supone la pensión respecto al último sueldo. Según datos de la OCDE, España ocupa el cuarto lugar entre los países de la UE, con una tasa del 84,9% (en el supuesto de una carrera laboral completa), sólo superada por Grecia, Luxemburgo y Austria, pero muy alejada de países como Alemania, Reino Unido o Dinamarca (gráfico 13).
Gráfico 13 – Tasa de sustitución del salario medio neto de impuestos y cotizaciones sociales por la pensión tras una vida laboral completa en la OCDE. En porcentaje 2011
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de OCDE (2012): Pensions at a glance 2011. París.
Sin embargo, el gasto en pensiones respecto al PIB se situaba en nuestro país en 2010 entre los más bajos de la UE-15, aunque las previsiones hasta 2060 muestran un incremento muy notable (tabla 22), que revertiría nuestra posición y nos situaría entre los países con un mayor gasto en pensiones como porcentaje del PIB.