La evolución de la escolarización de los jóvenes

Las tasas de escolarización que ofrece la EPA permiten comprender de una forma lineal y sencilla la evolución de la inmersión educativa en España. El gráfico 2 refleja la evolución de las tasas de escolarización para los grupos de edad de 16 a 19 años y de 20 a 24 años desde 1976 (primero en el que la EPA facilita estos datos) hasta el cuarto trimestre de 2012. Se aprecian cuatro etapas muy bien definidas. La primera refleja el moderado crecimiento durante la transición y los años siguientes (entre 1976 y 1984). La segunda muestra el impacto de la expansión educativa (1985-1998). La tercera adopta un perfil mesetario, es decir, las cifras se estabilizan y las tasas de escolarización incluso retroceden (1999-2007). Finalmente, la cuarta etapa parece recuperar la senda del avance de la escolarización en términos que podrían presagiar incluso una nueva expansión (2008-2012).

La etapa de la transición (1976-1984) coincide con la apuesta educativa del nuevo sistema político, manteniéndose la inercia de un crecimiento continuo que debe afrontar el hecho de que las decisiones presupuestarias del período se conviertan en realidades de infraestructura física y humana. Así, en esta etapa, la escolarización del grupo de 16-19 años pasa de un 36,2% a un 52,7%; es decir, crece alrededor de un 4% anual. Por su parte, el grupo de edad de 20-24 años aumenta de un 12,9% a un 21,3%, lo que significa un crecimiento interanual de más del 6%. Incrementos muy elevados, aunque a partir de cifras muy escasas.

Gráfico 2 – Evolución de la tasa de escolarización por grupos de edad. 1976-2012

Gráfico 2 – Evolución de la tasa de escolarización por grupos de edad. 1976-2012 - Informe España 2013 - Fundación Encuentro

Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de INE, Encuesta de Población Activa, varios años.

Por su parte, la larga etapa de la expansión educativa (1985-1996) eleva las tasas de escolarización del 52,7% al 71,4% para el grupo de edad de 16-19 años y del 21,3% al 41% para el de 20-24 años. Se mantienen las tasas de crecimiento interanual, pero ya con unas cifras elevadas que comienzan a ser las de un país desarrollado. Se trata de un acontecimiento histórico que parece garantizar la esperanza en el gran futuro a través de la masiva escolarización de la juventud española.

Pero la expansión se ralentiza para la población de 16 a 19 años en el curso 1997/98 y en el curso 1998/99 para el grupo de 20 a 24 años, iniciando una nueva etapa (que se mantiene a lo largo de nueve cursos escolares), en la que la tasa aumenta más lentamente para ambos grupos de edad.

Es además el momento en el que España debería haber confirmado su apuesta educativa. Pero, comienzan a operar otros factores, en particular la sobreoferta de trabajo dirigida a personas jóvenes sin formación, sobre todo hombres, a los que se tentaba con elevados sueldos, principalmente en sectores como la construcción. Se inicia así una larga etapa de diez años caracterizada por el abandono escolar prematuro y por altas tasas de fracaso escolar masculino. La cuestión, por evidente, generó un fuerte debate, pero sólo se propusieron respuestas en términos de “mejora pedagógica”, que obviaban la realidad macrosocial de lo que estaba ocurriendo. De tal manera que no se tomaron medidas sobre absentismo escolar prematuro ni se realizó ninguna acción de concienciación hacia las familias con el lema “lo prioritario son los estudios”.

No es fácil comprender cómo es posible que este fenómeno ocurriera en España, en el contexto de un relato social sobre el “gran futuro”, en el que en teoría debería primar la escolarización. Para entender esta contradicción se pueden analizar las notables diferencias territoriales respecto al abandono temprano y al fracaso escolar. Si se comparan por comunidades autónomas, la distribución porcentual del alumnado que obtuvo el título de la ESO en el curso 2005/06 (un curso reciente y muy representativo de esta etapa), se observa, en primer lugar, las notables y espectaculares diferencias entre las diversas comunidades autónomas, con un núcleo de cabeza que se asimila a los mejores resultados europeos y un grupo relajado muy alejado. Y todo esto dentro de un solo país que, en lo básico, desarrolla un único sistema educativo (tabla 3).

Tabla 3 – Evolución de la tasa bruta de población que no se gradúa en Educación Secundaria Obligatoria. 2000/01-2009/10

[table id=6 /]

Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (2013): Las cifras de la educación en España. Curso 2010-2011.

Unos resultados tan divergentes que no pueden, por tanto, atribuirse a diferencias en el sistema educativo, tampoco a desigualdades en la calidad de la enseñanza o en las competencias del profesorado. Mucho menos al grado de desarrollo de cada uno de los territorios, porque en cada una de las tres agrupaciones mostradas, que por lo demás son muy compactas, coinciden comunidades autónomas con un PIB alto con otras con un PIB bajo. Existe una cierta relación entre resultados e inversión en educación, pero con notables excepciones, ya que, por ejemplo, en el grupo de las autonomías con menor fracaso y abandono escolar están las dos que más invierten en educación (País Vasco y Navarra) y dos con una inversión que se sitúa sobre la media (Cantabria y Castilla y León), pero lidera el grupo Asturias, una de las comunidades autónomas que, en proporción a sus habitantes, menos invierte en educación. Otra excepción importante es la Comunidad de Madrid, el farolillo rojo en inversión educativa, pero que sin embargo se sitúa en la media de resultados. Finalmente, el grupo con mayor fracaso y abandono escolar incluye autonomías con un escaso gasto en educación (Baleares y Canarias), con un alto gasto en educación (Andalucía y Castilla-La Mancha) y el territorio con peores resultados en el curso 2005/06 y 2009/20, la Comunidad Valenciana, que tiene un gasto situado en la media nacional.

Si la causa de las diferencias no puede ser ninguna de estas variables, ¿a qué podemos atribuirla? En nuestra opinión, hay una correspondencia territorial entre las altas tasas de fracaso y el abandono escolar en este período con el volumen de la “burbuja inmobiliaria” y las tasas de economía sumergida. Es decir, el abandono y el fracaso escolar se vinculan, al menos en el período descrito, a un determinado contexto económico y social en el que tenemos fundadas sospechas de haber localizado al responsable principal. Un contexto en el cual en algunas comunidades autónomas, básicamente las que protagonizaron la reconversión industrial en los años ochenta, la mayoría de las familias pensaba que “el gran futuro generacional” estaba aún lejos y había que mantener a los hijos e hijas escolarizados, mientras que en otras se creía que gracias al ladrillo y al turismo este gran futuro ya había llegado y, por tanto, el esfuerzo escolar ya no era necesario.

Por último, la actual etapa de crecimiento de la escolaridad arranca de manera aparatosa en el curso 2009/10, coincidiendo con el inicio de la crisis económica, el pinchazo de la “burbuja inmobiliaria” y el crecimiento del paro (acontecimientos que se concentran en octubre-noviembre de 2008). Muestra una tendencia alcista (dos puntos porcentuales por año en los últimos cuatro cursos, tanto para el grupo de edad de 16-19 años como para el de 20-24 años) que, de mantenerse, conduciría, si se producen otros cuatro años de un crecimiento similar, hasta el nivel medio de las cifras europeas. Es decir, en muy poco tiempo se compensaría la diferencia acumulada en el período 1998-2008.

Se trata, en todo caso, de un crecimiento paradójico de las tasas de escolarización, ya que recoge varios factores. En primer lugar, la reincorporación de personas jóvenes que no acabaron sus estudios, incluidos los obligatorios, al haberse alistado de forma precipitada en el ámbito laboral, tratando ahora de recuperar las oportunidades perdidas. Así, la EPA del cuarto trimestre de 2012 recoge la cifra de unas 42.000 personas entre 20 y 24 años que en la actualidad están cursando estudios de enseñanzas medias, un crecimiento de casi un 300% de la ESO para adultos entre el curso 2009/10 y el 2011/12.

En segundo lugar, la estrategia tradicional de aquellos que siguen estudiando mientras buscan trabajo y que, por tanto, no los abandonan mientras no encuentran empleo. La serie de los Informes Juventud en España han recogido con exactitud esta evolución (véase la tabla 5), ya que entre 2008 y 2012 las personas jóvenes que trabajaban han pasado del 40% al 20%, las que estudiaban del 31% al 44% y las que estudiaban y trabajaban del 13% al 19%. La “burbuja inmobiliaria” no sólo ha dejado nuestro territorio convertido en un mar de cemento, sino que también ha creado una generación inadecuadamente formada. Lo primero parece irreparable, pero lo segundo quizá pueda compensarse.

En tercer lugar, opera en sentido contrario otra variable: el aumento de las tasas académicas, que según datos no contrastados, pero declarados, por el Consejo General de Universidades, ha producido una importante disminución de la matrícula en el curso 2012/13. En cambio, los recortes en enseñanzas medias y otras postobligatorias con un sistema público gratuito no parecen haber producido el mismo efecto, ya que el número global de alumnos ha aumentado, aunque la ecuación más alumnos menos profesores y recursos es muy posible que se haya dejado sentir sobre su calidad.

Por lo tanto, se puede concluir que la actual fase de expansión educativa en ambos grupos de edad está relacionada con la falta de posibilidades en el ámbito laboral. Hay que recuperar, sea cual sea la edad y el nivel educativo, la equivocación de los diez años de abandono y fracaso escolar. ¿Se compensará un fenómeno con otro?

 

Deja un comentario