La dinámica del modelo de empresa dominante en el tejido empresarial español se sintetiza en el gráfico 1. El concepto clásico de empresario tradicional, donde se solapa la propiedad y la dirección, sigue siendo dominante, pues actualmente encajan en este perfil el 70,4% de las empresas españolas. Esta proporción ha disminuido 10 puntos desde 1984, pero supone 9 puntos más que el mínimo de 2004. Es decir, el porcentaje de empresas dirigidas por un empresario-propietario cayó casi 20 puntos entre 1984 y 2004, pero con el inicio y prolongación de la crisis un buen número de propietarios han vuelto a recuperar sus funciones al frente de su compañía, probablemente por la salida de otros accionistas y por el empeoramiento de su situación financiera, o bien los directivos no propietarios han aumentado su sensibilidad al empeoramiento de la creación de riqueza para la propiedad. La preocupación por recuperar la senda de la creación de valor ha vuelto al primer plano del mundo empresarial, si bien ahora el objetivo no es su maximización, sino frenar su destrucción.
El empresario profesional ha ido ganando protagonismo en la empresa española de forma ininterrumpida hasta 2008, momento en el cual ha cedido presencia al empresario propietario. La creciente tecnificación de la labor empresarial, una vez constituida la empresa, explica este ascenso. Actualmente, el 15,4% de las empresas españolas responden a este perfil. Se trata, sin duda, de un porcentaje bajo y notablemente inferior al de otros países desarrollados donde la separación entre propiedad y control ha avanzado más, en buena medida por ser también mayor el tamaño de las empresas. Dentro de este patrón, las funciones más adoptadas son las de directivo y controlador. La función innovadora, que aumentó hasta el 7% en 2004, ha sido olvidada como prioridad en momentos de dificultades y ahora sólo caracteriza al 4,6%, por debajo del nivel de 1994. La dimensión política del empresario profesional es igualmente rala (1,3% de empresas), denotando la baja permeabilidad empresarial en España a la responsabilidad de conciliar intereses y prevenir y gestionar conflictos entre stakeholders.
Gráfico 1 – Dinámica temporal del modelo de empresa española. 1984-2012
Fuente: Camisón, C. (2012): Estudio sobre la competitividad de la empresa española 1984-2012. Trabajo inédito pendiente de publicación.
Un signo positivo de las crecientes capacidades de la empresa española es el aumento del peso del empresario visionario, que aúna las facetas de líder y estratega. Entre 1984 y 2004, este perfil empresarial se triplicó desde el 6,6% al 18,7%. Sin embargo, a partir de este momento se inicia primero una fase de estancamiento y desde 2008 una disminución de la importancia de estos dos roles dentro de las funciones empresariales, de modo que en 2012 su importancia ha quedado reducida al 11,8%. Esta evolución muestra que, con las dificultades económicas, el empresario español vuelve a quedar atorado en los problemas del día a día, abandonando aquellas actividades cuyos efectos rinden a más largo plazo, pero que son las esenciales para la competitividad del negocio.
La definición ampliada de las funciones de la empresa, que lleva a extender sus objetivos al triple ámbito económico, social y medioambiental, apenas ha avanzado desde los años ochenta. Aunque en aquel momento el modelo de empresario redistribuidor apenas había arraigado (0,1%) y su introducción creció hasta el 2,8% en 2008, la visión ciudadana de la empresa es compartida por una escasa fracción del tejido empresarial, habiendo incluso retrocedido en los últimos años críticos hasta el 2,4%.