La matriz CASMIN permite establecer comparaciones internacionales por ser la matriz más utilizada en el estudio de la movilidad social. El gráfico 6 plasma la divergente y tardía pauta de ascenso social intergeneracional que ha experimentado España en relación con el resto de los países europeos, al menos en sus inicios. No se pueden establecer comparaciones diacrónicas, porque no se dispone de estudios anteriores que usaran la matriz CASMIN con datos de la década de los años setenta y ochenta en España.
Aun con las debidas cautelas, el gráfico 6 pone en evidencia el inicial retraso español con un ascenso de clase de sólo el 22% en los años setenta del pasado siglo, por debajo del 28% de ascenso de la media de diez países europeos. En esa década, Holanda y Suecia encabezaban la tasa de ascenso social masculino con un 36%, Reino Unido registraba un 33% y Alemania un 32%, mientras Francia llegaba al 26%. La tardía y difusa industrialización en los años sesenta, el abundante peso agrario de la economía española y el peculiar paternalismo social franquista ajeno a la igualdad de oportunidades supusieron una inercia de retraso y restricción del ascenso social en la década de los años setenta y en la de los ochenta.
Gráfico 6 – Evolución de la movilidad ascendente según la matriz CASMIN en algunos países de la UE. En porcentaje. 1970-2000
Nota: Los datos para las décadas 1970, 1980 y 1990 incluyen solo a hombres y para la década del 2000 a hombres y mujeres. Para España hemos homogeneizado la matriz de Aranda Aznar (1976) para la década de los años setenta y la matriz de FOESSA (1981) para los años ochenta.
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de CIS (2006): Estudio 2.634. Clases sociales y estructura social; Echevarría Zabalza, J. (1999): La movilidad social en España, Madrid. Istmo; Aranda Aznar, J. (1976): “La movilidad social de la población española”, en Revista Estadística Española, n. 70-71. INE; FOESSA (1981): Informe FOESSA. Informe sociológico sobre el cambio político en España. 1975-1981. Madrid: Euramérica; Breen, R. (2004): Social mobility in Europe. Oxford. Oxford University Press; Ringdal, K. (2004): “Social mobility in Norway 1973–1995”, en R. Breen (ed.): Social Mobility in Europe, Oxford, Oxford University Press, p. 251–267; Vallet, L.A. (2005): Change in Intergenerational Class Mobility in France from the 1970s to the 1990s and its Explanation: An Analysis Following the CASMIN Approach. Cahiers du Lasmas 01-2. Caen, LASMAS – Institut du Longitudinal / CNRS; Schizzerotto, A. & Marzadro, S. (2008): “Social Mobility in Italy since the Beginning of the Twentieth Century”. Rivista di Politica Economica, vol. 98, issue 5, pàg 5-40; Ganzeboom, H.B.G. & Luijkx, R. (2004): “More recent trends in intergenerational occupational class reproduction in the Netherlands 1970-2004: Evidence from anexpanded database”. The Netherlands Journal of Social Sciences, 40 (2), p.114-142; y Heath, A. & Payne, C. (2000): Twentieth Century Trends in Social Mobility in Britain. CREST Working Paper, 70. Oxford, National Centre for Social Research.
Mientras la mayor parte de los países europeos se consolidaba en los años setenta como sociedades del bienestar de clases medias afluyentes e instruidas en sólidos sistemas educativos públicos, las nuevas clases medias en España apenas representaban el 16% del total, formadas por directivos, profesionales y empleados de cuello blanco. En aquellos años, el 65% de nuestros encuestados había logrado un máximo nivel de estudios correspondiente a la educación básica. El retraso inicial es obvio.
El gran salto histórico en las oportunidades de ascenso social masculino no se produce España hasta los inicios de la década de los años noventa. La reactivación económica de mitad de los años ochenta, el programa modernizador de la socialdemocracia gobernante y el ingreso en Europa, entre otras causas, posibilitaron un desarrollo inédito de las oportunidades de ascenso social intergeneracional (42%), muy por encima de la media europea masculina del 33%.
Los datos comparados del gráfico 6 para la década del 2000 incluyen a hombres y mujeres. Se aprecia una convergencia similar entre países, que cifra el ascenso en torno al 35%. Con los datos del estudio del CIS, el ascenso en España es del 36,9%, un poco por encima de la media europea. Por lo tanto, la estructura social española ha recuperado su inicial retraso tardío con respecto al entorno europeo y el ascenso social en los primeros años del siglo XXI se situaba algo por encima, beneficiándose de la inercia impulsora acumulada y de la bonanza económica hasta 2006. Siempre en términos intergeneracionales entre orígenes y destinos.
Gráfico 7 – Movilidad social de según la matriz EGP-7 según sexo. En porcentaje. 2006
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de CIS (2006): Estudio 2.634. Clases sociales y estructura social.
Para contrastar la movilidad social de hombres y mujeres, volvemos a utilizar la matriz EGP-7 (gráfico 7). Debido a la desigual distribución y segregación ocupacional por género, las mujeres salen perjudicadas con un menor ascenso de clase que los hombres y, sobre todo, con una mayor tasa de descenso social (25%), aunque son los hombres los que destacan con una mayor herencia o reproducción de clase (29%) sobre las mujeres (23%). En otros estudios sobre la movilidad social femenina se constata su desventaja comparada, su tardía incorporación al mercado de trabajo fomentada desde mayores logros educativos y la consiguiente mayor estratificación entre las mujeres según orígenes de clase y resultados académicos.
Tal y como se ha comprobado con los datos de entrada al mercado laboral, las normas y estructuras patriarcales de división del trabajo provocan una proletarización que afecta más a las mujeres ocupadas en puestos de rutina de baja y media cualificación. El reajuste de posiciones que permite la movilidad intrageneracional o de trayectoria también aparece sesgado en favor de los hombres. Si ambos géneros se inician en igualdad en las profesiones superiores con un 10%, los hombres aumentan 13,5 puntos su tasa de destino en dicha clase en sus trayectorias de carrera, mientras las mujeres sólo logran crecer 8,6 puntos. Por lo tanto, las mujeres empiezan peor en el mercado de trabajo, se benefician menos de la movilidad de trayectoria y consiguen un menor ascenso intergeneracional y un mayor descenso que los hombres.