Al analizar la estructura de clases española en comparación con la de otros países europeos es útil apoyarse en la tipología de los regímenes de bienestar, el enfoque más usado en los estudios comparativos. El esquema permite clasificar el funcionamiento del Estado de bienestar en un país dado con referencia a una tipología de modelos de políticas sociales. Debido a los recientes cambios de las estructuras ocupacionales de las sociedades avanzadas, muchas ocupaciones típicamente femeninas se encuentran en los sectores de la salud, la educación y la administración pública, con lo cual dependen en gran medida del tamaño del gasto social estatal. Lo mismo ocurre con la ciencia y la investigación, actividad central en las sociedades posindustriales. Por lo tanto, para entender las diferencias internacionales en la estructura social o sus cambios en el tiempo es importante tener en cuenta el papel del Estado de bienestar.
Para nuestro análisis hemos elegido cuatro países como representantes de distintos regímenes de bienestar: España representa al régimen fragmentado o mediterráneo, Francia se suele categorizar como ejemplo de un país conservador o corporativista. Dinamarca, en cambio, se sitúa cerca del régimen universal o socialdemócrata, y Reino Unido se clasifica usualmente como exponente del régimen liberal. La inclusión de países muy distintos en cuanto a su configuración institucional permite ver hasta qué punto las características de la estructura social de España, y su desarrollo a lo largo de las últimas décadas, son puramente idiosincrásicas o corresponden a un patrón global. En relación con este último punto, en general, los procesos de globaliza-ción han implicado pérdidas sustanciales de empleo industrial en las sociedades avanzadas. Es incuestionable que la globalización trae consigo no sólo un intenso intercambio internacional de personas, bienes y servicios, sino también cada vez más interdependencias entre los Estados. Por lo tanto, es interesante analizar empíricamente si estos procesos causan desarrollos uniformes que hacen que todos los países se vayan pareciendo cada vez más entre sí. Para realizar un análisis de este tipo hemos utilizado los datos de la Encuesta Europea de Fuerzas de Trabajo, un fichero con datos comparables del mercado laboral producido por el instituto de estadística de la Unión Euro-pea (Eurostat).
La tabla 8 muestra la estructura de clases de los hombres en los cuatro países seleccionados en 2009. Salta a la vista que la proporción de directivos y profesionales es mucho menor en España que en los demás países. Mientras en nuestro país esas dos clases conjuntamente suman el 22,7% de los hombres empleados, en los otros tres países superan el 30%: Dinamarca el 30,5%, Francia el 32,5% y Reino Unido el 35,7%. Las diferencias en el porcentaje de las ocupaciones intermedias son mucho menores, alrededor de un 10% en cada país. Uno de los rasgos característicos del sistema de estratificación español es el peso de los autónomos y pequeños propietarios que ocupan un lugar muy destacado en la estructura ocupacional, siendo su porcentaje (14,8%) mucho mayor que en otros países desarrollados. El contraste es especialmente acentuado en comparación con Dinamarca (10,3%). En cuanto a los trabajadores de servicios y comercio de nivel bajo –una parte importante del llamado proletariado de los servicios–, su porcentaje en España es comparable al de Reino Unido y Dinamarca, mientras Francia se distingue por la poca importancia de este tipo de trabajos. La proporción de los trabajadores manuales cualificados es relativamente grande en España y Francia, siendo algo menor en Dinamarca y aún más pequeña en Reino Unido, donde el proceso de desindustrialización está más avanzado. En España, casi una cuarta parte de los ocupados son trabajadores no cualificados, siendo esa proporción algo menor en los demás países.
Tabla 8 – Estructura de clases de la población ocupada masculina en cuatro países de la UE. En porcentaje. 2009
España
|
Francia
|
Reino Unido
|
Dinamarca
|
|
Directivos y profesionales de nivel alto |
10,8
|
13,5
|
20,0
|
16,2
|
Directivos y profesionales de nivel bajo |
11,9
|
19,0
|
15,7
|
14,3
|
Ocupaciones intermedias |
11,4
|
9,3
|
8,2
|
12,2
|
Pequeños empresarios y autónomos |
14,8
|
11,7
|
15,0
|
10,3
|
Trabajadores de los servicios y comercio de rango inferior |
9,0
|
6,7
|
8,8
|
10,2
|
Trabajadores manuales cualificados |
18,5
|
19,0
|
11,4
|
16,6
|
Trabajadores no cualificados |
23,7
|
20,9
|
21,0
|
20,3
|
Total |
100
|
100
|
100
|
100
|
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de datos de Eurostat.
Al examinar la distribución de clases de las mujeres (tabla 9), se observa que en España hay pocas mujeres empleadas como directivas o profesionales. No obstante, en términos comparativos, la diferencia con los demás países no es tan grande como entre los hombres. Al hacer estas comparaciones, hay que tener en cuenta que la tasa de empleo femenino es más baja en España (un 52,5% frente a un 59,9% en Francia, un 64,7% en Reino Unido y un 73,1% en Dinamarca) y que nuestras estadísticas aquí no incluyen a las mujeres inactivas, muchas de las cuales tienen un bajo nivel de for-mación. Aunque la porción de mujeres en empleos de nivel medio-alto es mayor en los otros tres países considerados, también podemos comprobar que no sólo en España las mujeres ocupan puestos de nivel más bajo que los hombres; al contrario, el hecho de que las mujeres ocupen una posición socioeconómica más baja que los hombres es un rasgo que todavía comparten todas las sociedades desarrolladas. Históricamente, la situación desfavorecida de las mujeres va ligada a su menor nivel de formación, pero la brecha de género se ha mantenido en el mercado laboral pese a que las mujeres se han beneficiado más que los hombres de la reciente expansión educativa. En especial hay pocas mujeres entre los directivos y profesionales de nivel alto. He aquí el efecto del llamado “techo de cristal”, que impide que las mujeres promocionen a los puestos más altos con la misma facilidad que los hombres. Naturalmente, es de esperar que la composición de las clases profesionales vaya cambiando en los próximos años a medida que las nuevas generaciones de mujeres españolas con mayor nivel de cualificación que los hombres se incorporen al mercado de trabajo.
Tabla 9– Estructura de clases de la población ocupada femenina en cuatro países de la UE. En porcentaje. 2009
España
|
Francia
|
Reino Unido
|
Dinamarca
|
|
Directivas y profesionales de nivel alto |
8,1
|
7,9
|
12,8
|
9,3
|
Directivas y profesionales de nivel bajo |
15,7
|
20,8
|
19,5
|
18,3
|
Ocupaciones intermedias |
18,9
|
23,7
|
19,7
|
27,3
|
Pequeñas empresarias y autónomas |
8,8
|
4,6
|
6,2
|
3,3
|
Trabajadoras de los servicios y comercio de rango inferior |
20,6
|
21,3
|
28,2
|
26,1
|
Trabajadoras manuales cualificadas |
1,8
|
2,4
|
0,5
|
1,4
|
Trabajadoras no cualificadas |
26,1
|
19,4
|
13,1
|
14,2
|
Total |
100
|
100
|
100
|
100
|
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de datos de Eurostat.
Es interesante constatar que el país que parece más igualitario a este respecto sea Reino Unido y no Dinamarca, donde, en cambio, la clase más numerosa son las ocupaciones intermedias. Se refleja aquí la expansión del Estado de bienestar danés, que ha creado muchos puestos de trabajo de carácter administrativo ocupados sobre todo por mujeres. Como también sucede con los hombres, hay un porcentaje relativamente alto de españolas que trabaja como autónomas o pequeñas propietarias. No obs-tante, el peso de las “viejas clases medias” no llega al mismo nivel que entre los hom-bres. Con algo más de un 20%, la proporción de trabajadoras en los servicios y el comercio de nivel bajo es muy parecida en España y Francia. Es más alta en Reino Unido, donde es la clase más numerosa entre las mujeres, y en Dinamarca. Existen ya muy pocas trabajadoras manuales cualificadas en cualquiera de los cuatro países. Sin embargo, los trabajos no cualificados siguen siendo muy relevantes, especialmente en España, donde más de una de cada cuatro mujeres se encuentra en este estrato más bajo de la jerarquía ocupacional. Tal es el caso de sólo una de cada siete danesas o británicas, mientras Francia se sitúa en un término intermedio.
En resumen, España se distingue de otros países europeos en que tiene una estructura social con mucho más peso de los trabajadores no cualificados y del trabajo autónomo. En cambio, hay relativamente pocos directivos y profesionales. Las diferencias de género, presunto rasgo distintivo del régimen fragmentado, se notan más en la tasa de empleo que en la estructura de clases de la población ocupada, que no parece más desigual que en otros países.