La urgencia de las situaciones inmediatas impide con frecuencia los análisis de más largo recorrido, necesarios para entender los procesos subyacentes que influyen en los resultados de cada momento y, sobre todo, para actuar sobre los factores que determinan esos procesos que constituyen un modelo por el que se opta consciente o inconscientemente. El gráfico con la evolución de la tasa de paro desde 1976, desagregada por sexo, es uno de esos indicadores de largo alcance que nos debe hacer reflexionar sobre las causas de un aspecto básico para la economía y la sociedad españolas.
En apenas dos años, la tasa de paro, que se había reducido sustancialmente a niveles no registrados previamente desde mediados de la década de los setenta, se ha más que duplicado. En 2007 había 1.760.000 personas en paro, un 8% de la población activa. La tasa de paro masculina se situaba en un 6,1% y la femenina en un 10,5%. Parecía que la economía española había conseguido controlar uno de sus principales problemas, el alto desempleo, incluso en momentos de elevado crecimiento económico.
Gráfico 9 – Evolución de la tasa de paro por sexo. 1976-2011
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de INE, Encuesta de Población Activa, varios números.
Sin embargo, lo ocurrido en la crisis de 1991-1994 se ha repetido con mayor intensidad aún. En apenas dos años, la tasa de paro ha vuelto a situarse en los niveles de 1993, retrocediendo en pocos meses el camino ganado en diez años de intenso crecimiento del empleo. En el gráfico se observa la escalada de la tasa de paro que pasa de un 8% en 2007 a un 17% en 2009; es decir, se duplica en apenas seis trimestres.
Un aspecto diferencial, en este punto, es que la tradicional brecha entre hombres y mujeres ha quedado eliminada como consecuencia de la brutal pérdida de empleo masculino. Con la nueva definición de desempleo establecida en 2001, la diferencia era de unos 8 puntos porcentuales y decrecía lentamente, aunque la tasa de paro femenina seguía duplicando a la masculina. Sin embargo, a partir de 2008 ambos indicadores siguen la misma evolución y se sitúan en torno al 21%. Esto no significa, ni mucho menos, que la brecha laboral entre hombres y mujeres se haya eliminado. Aunque en términos de desempleo no exista, sigue habiendo una diferencia en términos de actividad y ocupación que, si bien se ha reducido en los últimos años, continúa siendo un ámbito de acción para las políticas de empleo.