La tasa de práctica deportiva de los hombres superaba en 18 puntos a la de las mujeres en 2010. Tal diferencia se ha mantenido durante las tres últimas décadas con unos valores que han oscilado entre el 15% y el 19% (ver tabla). La estabilidad numérica de esta tendencia refleja, posiblemente con mayor claridad que cualquier otro indicador social, que los modos que tienen los hombres y las mujeres en España de entender, vivir y relacionarse con el sistema deportivo como un todo tiene profundas raíces culturales. Unas raíces que surgen en buena medida de las diferentes maneras de manifestar lo que se considera una adecuada y aceptable imagen masculina o femenina de presentarse y relacionarse en sociedad.
Evolución de la diferencia entre hombres y mujeres que practican al menos un deporte. En puntos porcentuales. 1980-2010
Diferencia
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1980 |
16
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1990 |
18
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2000 |
19
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2005 |
15
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2010 |
18
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Nota: Diferencia entre el porcentaje de hombres que practican al menos un deporte menos el porcentaje de mujeres.
Fuente: Elaboración Fundación Encuentro a partir de García Ferrando, M. (1991): Los españoles y el deporte (1980-1990). Un análisis sociológico. Ministerio de Educación y Ciencia; CIS (2000): Estudio 2.397. Los hábitos deportivos de los españoles (II); CIS (2005): Estudio 2.599. Los hábitos deportivos de los españoles (III); y CIS (2010): Estudio 2.833. Hábitos deportivos en España (IV).
Es bien conocido, y se encuentra además ampliamente estudiado, el importante papel que ha desempeñado el deporte en la construcción de un determinado estereotipo de masculinidad en las sociedades surgidas de la revolución industrial. Pero habida cuenta de los avances globales que han tenido lugar precisamente desde las últimas dos o tres décadas en la desaparición o, al menos, en la disminución de los estereotipos reforzadores de las desigualdades de género –avances que, afortunadamente, también han tenido lugar en la sociedad española surgida de la transición democrática–, puede resultar un tanto sorprendente el relativo retraso con el que la población femenina española va adaptando pautas de práctica deportiva tal como lo viene haciendo la población masculina.
Precisamente, uno de los rasgos que caracterizan los cambios más recientes en la estructura social española es la mayor heterogeneidad de la identificación femenina de género –cada vez más emancipada de su sumisión al patriarcado–, como en la masculina, y tanto una como otra cada vez más plurales y autónomas. Ahora bien, como se trata de un rasgo recurrente, en los últimos años se han realizado diversos estudios que han tratado de identificar las razones del diferencial de práctica deportiva según el sexo. Las investigaciones que han sido realizadas en España con mayor amplitud de trabajo de campo y de modelos teóricos se han centrado preferentemente en la población femenina adolescente, que debería ser en principio la que podría estar más abierta a la adopción de comportamientos deportivos relacionados tanto con la salud como con el juego y la mejora corporal.
Sin embargo, buena parte de los estudios llevados a cabo coinciden en la constatación de la escasa importancia que otorga una mayoría de las chicas adolescentes a las actividades físico-deportivas, tanto escolares como extraescolares. A pesar de disponer cada vez de más facilidades para la práctica deportiva, dicha práctica, sin embargo, ocupa posiciones secundarias frente a las actividades ligadas a los estudios y las relaciones sociales. Los resultados de las investigaciones más recientes ponen de manifiesto que las actividades físico-deportivas desempeñan un papel poco importante en la construcción de la propia identidad, por su escaso encaje con la noción hegemónica de la feminidad. Un encaje que todavía es más difícil cuando se trata de modalidades deportivas de larga tradición masculina como puede ser el fútbol, por la tipificación de género de dicha actividad y los estereotipos corporales que se asocian a su práctica.
Conviene no olvidar la importancia que tienen las experiencias vividas en la adolescencia en la determinación de los hábitos deportivos en las siguientes etapas de la vida. En uno de los pocos estudios de carácter longitudinal realizado con una muestra amplia de mujeres de 32 a 41 años que habían sido estudiadas previamente en 1979 en su etapa adolescente, se encontró que el mejor predictor de práctica deportiva era la participación deportiva durante la adolescencia, muy por encima del nivel de educación y del estatus socioeconómico familiar. Por eso resultan tan preocupantes los resultados que se van obteniendo acerca de la escasa participación deportiva de las jóvenes adolescentes españolas.