¿Es mejor tener un contrato temporal que estar en paro? En agosto el Gobierno ha suspendido mediante un Real Decreto Ley la norma laboral que limitaba el encadenamiento de contratos temporales en la misma empresa. La causa que se alega es que quienes están en paro preferirán tener un empleo temporal. Es la misma obviedad que si se les preguntara si prefieren tener un contrato fijo a uno temporal. Son preguntas retóricas, tramposas porque no buscan la verdad. Quien se supone que responde -la pregunta parece dirigida al trabajador- manifiesta su preferencia, pero la decisión de satisfacerla ni siquiera está en la mano de quien pregunta.
Dirijamos entonces, hipotéticamente, la pregunta a las empresas. ¿Contratarían en la coyuntura negativa actual a personas en paro con contratos temporales si no hubiera ningún obstáculo legal para hacerlo? La respuesta que dicta el sentido común sería negativa, dado que la decisión empresarial de contratar o no dependerá de si tienen actividad y, por tanto, necesidad de trabajadores. Los más de dos millones de empleos perdidos desde finales de 2007 demuestran que lo que falla es la actividad.
¿Las empresas se deshacen de quienes tienen contratos temporales porque su despido es más barato? La respuesta más inmediata sería que sí, dado que el 83% de las personas asalariadas que han perdido el empleo eran temporales. Esto es lo que se nos argumenta desde diferentes instancias. Es claro que rescindir un contrato temporal tiene una indemnización menor que la de uno indefinido, pero ¿es ésta la razón principal? También en este caso la variable actividad productiva parece más determinante, porque de todos los empleos perdidos durante la crisis, casi el 60% han sido del sector de la construcción, que precisamente tiene la mayor tasa de temporalidad. Si la crisis hubiera afectado con la misma intensidad al sector industrial, con una estabilidad contractual mucho mayor, en los empleos perdidos hubieran primado los fijos, como sucedió en la crisis de 1993.
¿Por qué son los jóvenes los paganos en esta crisis? ¿Se ha protegido el empleo de los adultos y se ha sacrificado el empleo de los jóvenes pensando en un menor coste social? El 75% de las personas que han perdido su empleo tienen menos de 30 años y la mitad de éstos tienen un nivel de estudios inferior a la primera etapa de Educación Secundaria. Aquí nuevamente deberemos tener en cuenta el tipo de actividad donde estaban ocupados los jóvenes. Dado que se han caído los empleos ubicados en los sectores intensivos en mano de obra, con menores exigencias de formación y cualificación, con ellos se han caído los trabajadores más débiles en el mercado de trabajo, y una parte de los jóvenes están en ese grupo.
¿Es el nivel educativo determinante para tener un empleo y mantenerlo? Sin duda una mayor formación individual equivale a más posibilidades de empleo –la formación se entiende como el capital individual con el que compite cada persona en el mercado de trabajo por empleos insuficientes-. Pero un alto nivel educativo del conjunto de la población no asegura una sociedad de empleos cualificados. El fuerte aumento de las personas con niveles educativos altos ha convivido con insuficientes empleos cualificados y el consiguiente desplazamiento de jóvenes con formación hacia empleos que no la exigían. A este desajuste se suma la percepción social de que los jóvenes son trabajadores en proceso a los que se les ofrecen empleos pensados para jóvenes, es decir, poco duraderos. Para vender ropa de moda o servir comida rápida en determinadas cadenas comerciales y de alimentación, la edad está topada. La caída del consumo en esta crisis se ha llevado por delante muchos de estos empleos.
¿Por qué fue posible un uso tan intensivo del empleo temporal en los buenos años de crecimiento de la actividad económica? Al menos parecen necesarias dos condiciones. De una parte, una economía creadora de muchos puestos de trabajo que se puedan cubrir con trabajadores intercambiables porque la alta rentabilidad del sector no depende de la mejora de la productividad, y es lo que ha sucedido con el sector de la construcción y los servicios de consumo. De otra parte, disponer de una mano de obra con esas características, y es lo que se encontró en la población inmigrante y en la población española más joven.
Moraleja: ahora debemos ocuparnos más de la actividad económica, en intensidad y en productividad, e insistir menos en las reformas de la regulación laboral. En los últimos 18 meses ya se han hecho tres, que supuestamente pretenden hacer que las empresas contraten más y despidan menos ¿aunque siga cayendo la actividad?