La crisis financiera que continuamos sufriendo, sin duda deslegitima el modelo económico y perjudica injustamente a una mayoría que ha trabajado esforzadamente durante años sin haber provocado ni con sus inversiones financieras ni con sus prácticas de consumo esta crisis. Sin embargo, la crisis no sólo estresa nuestra vida económica sino que pone de manifiesto la fortaleza de la misma.
Aquellos aspectos negativos o insuficientemente positivos de nuestro sistema socioeconómico, que eran soportados en una coyuntura de crecimiento, aparecen en plena crisis como un lastre insostenible. La crisis se agrava allí donde esos déficits se ponen de manifiesto impidiéndonos contar con una musculatura social y económica capaz de superar satisfactoriamente las dificultades.
La resiliencia colectiva se define precisamente como la capacidad de un país para recobrarse de un trauma como es esta crisis económica y dicha resiliencia depende de la estructura interna que caracterice a esa sociedad. La resiliencia ante un trauma requiere inicialmente resistencia para reducir daños y posteriormente fortaleza para reponerse y reconstruir lo destruido hasta retomar suficiente forma como para continuar adelante. La resistencia colectiva depende no sólo de la solidez de nuestras estructuras políticas, financieras, productivas y formativas sino de los mecanismos con que la gente que más sufre el envite cuenta para aguantar la crisis. La resiliencia parte también de los recursos con que la sociedad puede reemprender la actividad orientando sus esfuerzos en el nuevo contexto que se forma.
En nuestro país, las experiencias de crisis anteriores señalan que la solidaridad intrafamiliar ha sido el mayor recurso de resistencia de la población afectada por el desempleo y la quiebra de su patrimonio doméstico. A su vez, los factores estructurales que influyen en la resiliencia socioeconómica en el actual contexto son la calidad de los recursos humanos y las dinámicas de innovación, dos cuestiones que dependen mucho de la estructura de carácter de los sujetos, cuestión que sobre todo se forma en las familias a través de la crianza.
La familia aparece como factor de resistencia y resiliencia socioeconómica y de nuevo es interpelada a actuar como tal en la actual depresión financiera. Pero, ¿está la familia en las mismas condiciones de resistencia que en otras ocasiones del pasado? ¿El desarrollo de la familia en nuestra sociedad la pone en condiciones de ser un factor crítico de resiliencia? La familia alcanza altas valoraciones cuando en estos contextos de crisis aparece como una infraestructura permanente que soporta nuestra sociedad, pero ¿esta crisis pone de manifiesto algo menos visible en condiciones de bonanza: un debilitamiento de la familia? ¿Y en qué medida la crisis supone una oportunidad para hacer mejoras en esos aspectos estructurales como el estado de la familia?
A todas estas preguntas vamos a intentar responder en el capítulo que estamos elaborando en el Instituto de Familia de la Universidad Pontificia Comillas y que aparecerá en el Informe España 2011 de la Fundación Encuentro. Nos gustaría recibir a través de este blog comentarios o aportaciones a los posts que iremos incorporando a lo largo de los próximos meses, para crear un espacio de debate y de diálogo sobre un tema que, de una manera o de otra, nos afecta a todos.