Pascua contigoUNIJES-Red Ignaciana

Décima y undécima Estación

DÉCIMA ESTACIÓN


San Pedro le reitera su amor a Jesús
(Jn 21,15-19)

Cuando terminaron de comer, dice Jesús a Simón Pedro: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres más que éstos? Le responde: —Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dice: —Apacienta mis corderos. Le pregunta por segunda vez: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Le responde: —Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dice: —Apacienta mis ovejas. Por tercera vez le pregunta: —Simón hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le dijo: —Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero. Jesús le dice: —Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro, cuando eras mozo, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras. Lo decía indicando con qué muerte había de glorificar a Dios. Después de hablar así, añadió: —Sígueme.

Seguimos a Cristo porque Él nos llama, como llama a todos los seres humanos. De jóvenes concebimos un amor ardiente por la verdad y el bien, y es cierto que los pasos que nos hace dar este amor son ya seguir a Cristo. Pero nos es preciso fracasar, hacernos viejos (nunca adultos que juegan el juego del poder, el dinero y el éxito), ver con amarga claridad la pobreza de nuestras obras de amor. Aún no sabemos hasta dónde se nos pedirá bajar en esta experiencia de despojamiento. No podemos tener miedo. Tras nuestras negaciones y nuestros fracasos, llevados a donde no queríamos ir, suena la llamada del Cristo, ahora infinitamente clara y dulce: Sígueme. Ya no nos quedará más que esta voz. Y al obedecerla, llenos de gratitud, misteriosamente daremos alimento fresco a los pobres de Dios que no creen haber oído su llamada.

                                   (Miguel García-Baró López, profesor de Filosofía)

UNDÉCIMA ESTACIÓN


Jesús resucitado envía a los discípulos
(Mt 28,19-20)

Por tanto, id a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizadlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadles a cumplir cuanto os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.

Después de la Resurrección, después de vencer el miedo, el dolor, queda la luz, la esperanza de la vida, una vida eterna. El Amor generoso de nuestro Padre y con ello la “Misión universal de los discípulos, la tarea de ir al mundo entero”, de todo creyente que vive y experimenta el amor del Padre, que vive desde la plenitud de saber y sentirse llamado a algo más grande que él mismo y que habita en su interior y que lo impulsa a comunicarlo a los demás, todos deben tener el mensaje de vivir según el evangelio. Tres cuestiones que nos presenta: la experiencia profunda de fe que nos conduce al Amor, la Confianza que Dios Padre tiene en sus hijos para confiar a cada miembro de su iglesia, la misión de llevar luz, amor, bien, a los demás, y la promesa que realiza: “Estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”. En el Juan 17: se destaca la unidad de Jesús, su Padre celestial y el enviado (el apóstol) en esa especie de testamento espiritual aboga por nosotros en todo momento. En contextos complejos como el de hoy en el mundo por la pandemia, nos queda Amar, confiar, creer, son palabras que cobran sentido y nombre en cada persona que en un acto de amor, solidaridad, caridad de distintas formas velan por sus semejantes. Recordemos como termina dicho testamento (Juan 17, 26): “Les he dado a conocer quién eres, y continuaré dándote a conocer, para que el amor con que me amaste pueda estar también en ellos, y yo mismo esté en ellos”. Llevar la Esperanza al mundo, es llevar al mundo la alegría de la resurrección.

                                                                                                                                (Diana Loyola Chávez, profesora de Filosofía)

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