«En mi vida, el sexo y el amor se han tergiversado debido a traumas de la infancia. Era hora de tomar una pausa.
Hace veinte meses, hice un voto de celibato que no tuvo nada que ver con la religión. Acababa de salir de una relación de dos años que había terminado de manera desastrosa, y me sentía agotada a nivel anímico. No solo por lo que me había costado sacar mi corazón de esa vorágine particular de promesas rotas y decepciones persistentes, sino por todo el asunto, las decenas de relaciones tan similares a esa que parecían existir en una cámara de eco.»
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[fa type=»file-text»] Fuente: The New York Times