La escritora Chimamanda NGozi Achidie, autora del superventas Todos deberíamos ser feministas, reflexionaba hace unos meses en una entrevista en EL PAÍS sobre por qué los juguetes más divertidos eran para niños, a los que se anima a construir grandes infraestructuras y a protagonizar aventuras, mientras que para las niñas, como su hija de cuatro años, les estaban reservadas “las estúpidas muñequitas”. El último análisis de la publicidad navideña para vender juguetes infantiles muestra que esa sigue siendo en gran parte la realidad a la que apela la industria, pero se abre camino, aún de forma tímida, un mundo más paritario como el que ella reclama en su libro más famoso, en el que los niños también juegan a cuidar o fregar y las niñas a pilotar aviones.
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