A los dos años y medio, Enzo dejó de hablar. Empezó a canturrear y a aletear las manos meses más tarde y las palabras que decía se le escapaban a cuentagotas. Laiz Moreno, su madre, pensó que “era algo normal” dada su situación: ella es brasileña, por lo que su hijo recibía estímulos en portugués y español y apenas se relacionaba con otros niños, pues vivían en La Victoria de Acentejo, un pueblito rural en el norte de Tenerife. “Yo era madre primeriza, imaginaba que tardaba en hablar por el bilingüismo o por no tener cerca más bebés”, explica. Tras mucha observación de Moreno y varios especialistas, a Enzo, que hoy tiene cinco años, le diagnosticaron un Trastorno Generalizado del Desarrollo.
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País