as caminando con tu hijo de la mano, tu hijo con autismo que sacude las manos como si quisiera volar y al que no te atreves a soltar, y te cruzas por la calle, camino a un centro de atención temprana o a la piscina con otros padres cuyo hijo va en una silla de ruedas, parálisis cerebral probablemente, o que llevan de la mano a un niño con síndrome de Down.
Y los miras y los reconoces como compañeros. Incluso puede que se cruce la sombra de una sonrisa, una mirada de simpatía. No me interesa el fútbol, pero imagino que debe ser como cuando en una ciudad extraña te encuentras con alguien que lleva la bufanda de tu equipo.
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