En América Latina y el Caribe, unos 240.000 niños, niñas y adolescentes viven actualmente en instituciones, hogares u orfanatos. De ellos, se estima que el 10% es menor de tres años y unos 50.000 tienen alguna discapacidad. Una realidad intolerable que tiene como víctimas a los más vulnerables e indefensos de nuestras sociedades. Pero ¿por qué decimos no a que vivan en estas instituciones? ¿Estamos en contra de los orfanatos? ¿Acaso preferimos que haya niños en la calle? Evidentemente, no. Entonces, ¿por qué insistimos en que no existe ninguna razón objetiva para que continúe habiendo niños menores de tres años internados? ¿O que el encierro de niños, niñas y adolescentes para su “protección” es inadmisible?
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