«Desde que son bebés, los niños necesitan sentir que estamos a su lado y que somos capaces atender todo aquello que demandan. Facilita el desarrollo del lenguaje y la capacidad de aprendizaje.
No había cosa que más me gustase cuando era pequeña que el sentir que mi madre o padre me achuchaban. Recuerdo que cuando lo hacían me sentía protegida, querida y enormemente especial. Sus besos, abrazos y miradas cómplices me recargaban de energía e ilusión. Un apego que me alentaba a ser valiente, a intentar conseguir todo aquello que deseaba, que lograba empequeñecer los miedos. Nada me daba más tranquilidad que sentir que, cuando todo se tambaleaba, siempre podía contar con ellos, que no juzgaban mis errores, que me regalaban a diario nuevas oportunidades.»
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