«Tras meses sin despegarnos de nuestro hijo desde el nacimiento, con sus innumerables noches en vela y llantinas interminables, muchos nos hemos visto en la necesidad de delegar nuestras obligaciones para obtener un momento de respiro o, sencillamente, para reponer energías. Sin embargo, cuando hemos decidido dar el paso, sentimos una especie de remordimiento que no nos deja hacerlo a gusto. ¿Es normal esa culpabilidad por salir sin nuestro bebé o deberíamos intentar vencerla porque no tiene excesiva trascendencia?»
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[fa type=»file-text»] Fuente: El Mundo, sapos y princesas