«Es uno de los temas recurrentes en esas comedias románticas que ‘tanto mal’ hacen al imaginario romántico de los creyentes en el ‘fueron felices y comieron perdices’. Colegas buen rollistas e inseparables, los amigos con derecho a roce que nos venden en las películas y series de televisión deciden un buen día -o mejor dicho, noche- dejarse llevar por sus instintos añadiendo un plus sexual a una relación que, como está tan consolidada y cimentada sobre una confianza absoluta, no va a haber revolcón que la haga tambalearse. Lo que viene después depende, básicamente, de la fantasía del guionista, pero, ¿qué ocurre en la vida real? ¿Sigue esa férrea amistad como si tal cosa o el contacto piel con piel lo cambia todo o, incluso, lo deteriora hasta llegar a su fin?»
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