«La ciudad autónoma acoge a 1.100 menores que entraron durante la crisis fronteriza en mayo y que no quieren o no pueden regresar.
Entre Tánger y Fnideq, en Marruecos, hay unos 72 kilómetros, una distancia que Taha (nombre ficticio, como todos los de este reportaje) recorrió en 18 horas en patines, “todo del tirón, sin descansar, para que no cerrasen la frontera”. Otros dos amigos acompañaban al joven en esa “aventura loca”. El pasado 17 de mayo vieron en redes sociales cómo cientos de personas entraban en Ceuta. Salieron de Tánger escopeteados a las cinco de la madrugada. “Pasamos descalzos por la frontera, saltando la valla, sin zapatos”, comenta mojado y tiritando en la playa de Ceuta, adonde ha ido a refrescarse un rato, esta vez por ocio, mes y medio después.»
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