«Forzarles a hacerlo es un paso hacia la desprotección, ya que “se siembra la idea que está bien ceder a los deseos de los demás. Que no importa si algo te molesta o fastidia”, según los expertos.
Las muestras de cariño no dejan de ser construcciones sociales. Para un niño el afecto puede ser una sonrisa espontánea, que nos deje su juguete favorito, sentarse a nuestro lado o venir tras nosotras al ir al baño. Somos el centro del universo para ellas y ellos, tanto que no quieren separarse de nosotras o nosotros. Curiosamente sus muestras de afecto a veces las vivimos como agobio y, en cambio, nos sentimos rechazados porque no nos dan un beso. Se trata de entender que nos comunicamos en diferentes lenguajes. El suyo es espontáneo y natural, y el nuestro ya está viciado por las costumbres y las normas de cortesía. Los niños están aprendiendo a pertenecer a este mundo, buscan en nosotros, sus adultos de referencia, un modelo a seguir. Si no les apetece dar besos o abrazos no hay que tomárselo nunca como algo personal, sino entender y respetar los ritmos de cada persona (sean niños o adultos).»
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