«Uno de los aspectos más importantes para mantener la calma es que las personas adultas que cuidan a los pequeños puedan cuidarse también a sí mismas.
Los niños y niñas empiezan a tener rabietas hacia los dos años. Es cuando se comienza a conformar su individualidad y a sentir emociones primarias como la felicidad, la tristeza o la ira. Al ser pequeños, y no tener apenas control de las emociones, las demuestran con total intensidad. Por eso se ríen a carcajadas haciendo (en ocasiones) mucho ruido, por eso cuando sienten tristeza o enfado los expresan como volcán en erupción. Ángela Pulido Flores es psicóloga infantil, especializada en atención temprana y disciplina positiva, y considera que como en estas edades se da inmadurez a nivel emocional, además de dificultad para canalizar emociones, los niños tienen baja tolerancia a la frustración y no comprenden bien los razonamientos de las personas adultas. “Cuando estalla una rabieta, les desbordan sus emociones y no son capaces de controlarlas. Las rabietas sirven como mecanismo de liberación del estrés”, afirma.»
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