«Necesitamos familias que eduquen desde la comprensión y la conexión, validando todo aquello que nuestros hijos sienten, siendo conscientes de sus necesidades, intereses y deseos.
Si algo recuerdo de mi abuela es que siempre tenía tiempo para mí. Para escucharme con calma, para ayudarme en todo lo que necesitaba, para hablarme desde su corazón. Para pasar toda la tarde cocinando, charlando o jugando conmigo sin mirar el reloj. Para sostenerme entre sus brazos cuando las cosas se tambaleaban y explicarme, sin reproches, todo lo que no acababa de hacer bien. Para aconsejarme sin decidir por mí y achucharme muy a menudo.»
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[fa type=»file-text»] Fuente: El País, de mamás y de papás