«Nuevas leyes pretenden castigar la labor provida cerca de centros de aborto y llevarlo a los hospitales públicos. Según los defensores de la objeción de conciencia, esta es ahora «el enemigo que abatir».
«Hola. ¿Vas a la clínica?». Mariana dijo que sí. «¿Estás segura de que quieres hacerlo?». La joven confesó que le gustaría tener ese niño. Iba a abortar «porque no tenía recursos y por la presión de mi expareja». Los voluntarios de la Escuela de Rescatadores Juan Pablo II le ofrecieron ayuda económica, pañales, ropa y comida. Les dijo que se lo pensaría, y se intercambiaron los teléfonos.»
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[fa type=»file-text»] Fuente: Alfa & Omega