«Los mayores hoy no son como los de hace 50 años. Necesitan afrontar su última etapa vital con actividades que doten de mayor significado a su vida, sin embargo la sociedad parece no estar preparada para dar una respuesta adecuada.
«No valgo para nada». Este fue el primer pensamiento de Mari Luz Ovejero, de 70 años, al jubilarse después de estar toda una vida trabajando. Se sentía perdida ante la inmensidad de una nueva etapa vital en la que disponía de su tiempo con total libertad. Confiesa que su marido e hijo fueron en aquellos duros momentos su mejor apoyo y gracias a ellos, y a su propio tesón e inconformismo, decidió dar el paso de acabar con aquel vacío existencial. Rompió con su zona de confort y se acercó a un centro de mayores en el que finalmente se apuntó a un curso de informática. Nunca antes había tocado un ordenador.»
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